Fuentes: Dios
«Si nada podemos por nosotros mismos, lo podemos todo con Dios. Sí, la Misión lo puede todo, porque tenemos en nosotros el germen de la omnipotencia de Jesucristo.»
(Repetición de oración, 24-7-1655; Coste XI, p. 123.)
«A un misionero, un verdadero misionero, un hombre de Dios, un hombre que tiene el espíritu de Dios, todo le tiene que parecer bien e indiferente; lo abraza todo, lo puede todo; con mayor razón ha de hacerlo una Compañía; una Congregación lo puede todo cuando está animada y llevada por el espíritu de Dios.»
(Repetición de oración, 24-7-1655; Coste XI, p. 122.)
«No hay que temer emprender lo que sea, cuando la Voluntad de Dios hace que se emprenda para su servicio o el de los pobres.»
Sta. Luisa de Marillac, Máximas de Vida, París, 1959, p. 220
Origen de la audacia de San Vicente
a) Confianza en Dios
Dejemos obrar a Dios sin detenernos en temores demasiado humanos, y sin excusarnos por nuestras limitaciones e insuficiencias: «Pero, Señor, ¿sobre quién velará la Providencia, si no vela por sus servidores?». «Aunque usted esté inclinado al mal, sepa que Dios está mucho más inclinado sin comparación a hacer el bien, y a hacerlo incluso en usted y para usted. Después de haberse lijado en sus miserias, fije los ojos en su gran misericordia y deténgase mucho más en su magnificencia hacia usted que en la indignidad de usted para con El, y más en la fuerza divina que en la flaqueza humana, y abandónese entre sus brazos paternales con la esperanza de que El mismo realizará en usted aquello que le pide y que bendecirá lo que usted haga por El.»
Ce que croyait M. Vicent, Delarne, París, 1974, págs. 31-32.1
«…Jesucristo nos lo ordena; es la primera de sus máximas, es su práctica principal: aspirar a que Dios sea conocido, servido y amado, a que se busque ante todo su Reino y su justicia. Y si Nuestro Señor nos exhorta a ello y nos lo ordena, también da la gracia de llevarlo a cabo a los que se lo piden y se la aumenta cada vez que se lo piden. ¿Cómo podríamos no responder a una cosa tan santa, tan ventajosa y tan de nuestra profesión. Tengo una regla que me manda trabajar porque Dios reine. ¡Oh!, nada me impedirá, con la ayuda de Dios, dedicarme por entero a un deber tan justo«.
Conferencias espirituales de San Vicente de Paúl. Por A. Dodin.
«El que se pone a la sombra de la confianza en Dios se verá favorecido siempre con una protección suya especial. En este estado, debe tener por cierto que no le sucederá ningún mal, porque todas las cosas cooperarán a su bien y que no carecerá de ningún bien, puesto que se le dará el mismo Dios, que lleva consigo todos los bienes necesarios tanto para el cuerpo como para el alma».
Extracto de una Conferencia sobre la confianza en Dios de las Conferencia espirituales de San Vicente de Paúl, por A. Dodin.
b) Confianza en la Gracia y en el espíritu de Nuestro Señor.
«Hermanas mías, pensad que vais a encontrar dificultades en la tibia que vais a hacer. Si os dijera otra cosa, os engañaría. Nuestro Señor, ¿no les dijo a sus apóstoles que, los enviaba como ovejas en medio de lobos? Id, pues, Hijas mías, con la confianza de que el Espíritu de Nuestro Señor estará con vosotras». Instrucción del 4-11-1658.
A dos Hermanas enviadas a Cahors. – Coste X, p.581.
«La llamada de Dios, he ahí el secreto de su fuerza contra los acontecimientos adversos, contra la cólera y los celos, contra esa especie de lasitud que produce, con el tiempo, la aplicación a una misma obra, contra la ilusión de querer cambiar con pretexto de obrar mejor».
El gran Santo del gran siglo- Coste, III, p. 382.
c) Confianza en el cumplimiento de los designios de Dios.
«Dejemos obrar a Nuestro Señor, es obra suya, y como Él quiso comenzarla, estemos seguros de que la acabará en la forma que le sea más dable… Tenga ánimos, confíe en nuestro Señor que nos ha precedido en la empresa comenzada, en la misión a que nos ha llamado y que la continuara.
Conferencias espirituales de San Vicente de Paúl. A. Dodin, c. m., p. 996
«Un día lo vimos, el barco destinado a Madagascar naufragó en el Loira, los Misioneros designados no pudieron partir. San Vicente comunica esta noticia a la comunidad de San Lázaro para sacar una lección práctica del hecho: los grandes proyectos tienen que atravesar siempre por diversos contratiempos y dificultades… la carne y la sangre dirán que es preciso abandonar la misión, guardémonos bien de escucharlas… Dios no cambia jamás después de haber tomado una decisión…»
El gran Santo del gran siglo -Pierre Coste, c. m. Tomo III, p. 332
d) Confianza en la escasez.
«¡Qué buena noticia! ¡Bendito sea Dios! ¡Enhorabuena!, ahora es cuando hemos de demostrar que tenemos confianza en Dios. Cuando lo hayamos gastado todo por Nuestro Señor y no nos quede nada, pondremos la llave bajo la puerta y nos retiraremos. Los tesoros de la Providencia de Dios son inagotables… Nuestra desconfianza le deshonra. La Compañía de la Misión quedará destruida antes por las riquezas que por la pobreza».
Conferencias espirituales de San Vicente de Paúl, A. Dodin, c. m. Confianza en la escasez, p. 805
El amor y el celo misionero de San Vicente
Ante la Bondad de Dios, brota, espontáneo e irresistible, un sentimiento que arrastra: el amor a Dios, el deseo apasionado de amarle y de hacerle amar. «Amemos a Dios, hermanos, pero que sea con el esfuerzo de nuestros brazos y con el sudor de nuestro rostro».
Extracto de una conferencia sobre el amor de Dios. Coste XI, pág. 40
«¿Qué hay de más hermoso y amable que una persona que abandona todo para darse enteramente a Dios en el servicio de los pobres?»
Conf. del 11-11-1657. Servicio de los enfermos, cuidado de la propia salud. Coste X, pág. 336
Reconocer a Jesucristo en los pobres
«¡Dios mío! ¡Qué hermoso es ver a los pobres, si los consideramos en Dios y en el aprecio en que los tuvo Jesucristo!»
Extracto de una Conf. sobre el espíritu de fe. Coste XI, p. 725
«Así, pues, hermanos míos, vayamos y ocupémonos con un amor nuevo en el servicio de los pobres y busquemos incluso a los más pobres y abandonados; reconozcamos delante de Dios que son ellos nuestros señores y nuestros amos y que somos indignos de rendirles nuestros pequeños servicios».
Extracto de una conferencia sobre el amor a los pobres, Enero 1657. Coste XI, p. 237
«…aquellas hermosas palabras de Jesucristo: «El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres! Ved, hermanos míos, cómo el principal móvil de Jesús fue trabajar por los pobres. Cuando iba hacia otros, lo hacía como de paso».
Ce que croyait M. Vicent. Delarne, p. 162.
«Les confieso, Hermanas, que nunca he experimentado un consuelo mayor que cuando he tenido el honor de servir a los pobres. Y si tuviésemos que elegir, deberíamos querer y buscar a los pobres que nos injurian con preferencia a los que nos alaban».
Ce que croyait M. Vicent. Delarne, p. 162
Dar la preferencia a Dios en todo
a) Sobre la Compañía
«Es preciso buscar ante todo el interés de Dios. Muchas comunidades miran sólo el interés de la comunidad, porque esto es tan importante que encierra ya el interés de Dios. Pero, para mí, hijas mías, pienso que merece la pena que se considere lo primero de todo el interés de Dios. Porque luego me parece que se conocerá con más claridad lo demás».
Consejo del 19-6-1647. Coste XIII, p. 630
«Porque Dios se lo ordena». Ya que la caridad está por encima de todas las Reglas y es preciso que todas hagan referencia a la caridad.
Conf. 17-XI-1653. De la hora de levantarse, la oración y otros ejercicios. Coste, p. 595
b) Sobre la propia vida.
«…estemos ciertos de que no seremos verdaderos cristianos hasta que no estemos dispuestos a perderlo todo y a dar incluso nuestra vida por el amor y la gloria de Jesucristo, decididos con el Santo Apóstol a escoger antes los tormentos y la muerte, que vernos separados de la caridad de este Divino Salvador».
Extracto de una conferencia sobre el celo. Coste XI, p. 763
«¡Cómo!, señores y hermanos míos, ¿es posible que sabiendo esto fuésemos de corazón tan cobarde y tan afeminados que abandonásemos esta viña del Señor a la que su Divina Majestad nos ha llamado solamente porque cuatro, cinco o seis han muerto en ella? Díganme, ¿qué ejército sería el que por haber perdido tres, cuatro o cinco mil hombres (como aseguran que ha sucedido en el último sitio de Normandía) abandonase el campo? ¡Sería digno de ver un ejército así, fugitivo y cobarde! Lo mismo podría decirse de la. Misión: ¡qué Compañía sería la de la Misión si porque han muerto cinco o seis abandonase la obra de Dios!»
Repetición de oración, 30-8-1657. Coste IX
«Acordaos bien de esta práctica, en uso entre nosotras, de que debemos trabajar para ganarnos la vida. Hace poco que han ido Hermanas hacia Melun. ¡Que no ahorren esfuerzo! Dios no nos evita el cuidado de ganarnos el pan para que vivamos a nuestras anchas y tranquilamente sino para que trabajemos más intensamente en imitar a su Hijo».
Luisa de Marillac, viuda de Le Gras – Cartas. A Sor Turgis en Chars
«…Debe proseguir su abandono total de todo lo que es y puede llegar a ser con una superabundante confianza en su Soberano Creador. Necesita usted mucha generosidad y grandeza de alma. Necesita también una fe tan grande como la de Abraham; la caridad de San Pablo; celo, paciencia, deferencia, pobreza, solicitud, discreción, integridad de costumbres y un gran deseo de consumirse totalmente por Dios».
A Charles Nacquart, S. C. en Richelieu; Coste III
«…Pero, ¿sabéis, hijas mías, cómo se deben hacer estos actos de obediencia? Con alegría, mansedumbre y caridad y no por mera obligación, ni de una forma negligente, sino con tal fervor que demostréis que no queréis ahorrar vuestro esfuerzo en el servicio de Dios al servir a vuestros pobres, sin fijarse en los lugares a donde se os envía, ni en las personas que os mandan, sino estando dispuestas a cambiar de lugar, bien sea París, o bien los pueblos, un lugar cercano o apartado. De esta forma, mis queridas Hermanas, seréis verdaderas Hijas de la Caridad, imitaréis a Nuestro Señor y a la Santísima Virgen en su obediencia, cuando se os mande quedar o cambiar de lugar, por orden y designio de la Divina Providencia, a la que tenéis que ver siempre en los motivos que tenéis para practicar la santa obediencia.»
Conf. 25-1-1643. Imitación de las jóvenes campesinas. Coste IX, p. 101
Conclusión
«No sabemos si viviréis lo bastante para que Dios dé nuevas ocupaciones a la Compañía; pero sabemos muy bien que, si vivís en conformidad con el fin que Nuestro Señor pide de vosotras y cumplís como es debido con vuestras obligaciones, tanto en el servicio de los pobres como con vuestras reglas, si lo hacéis bien, como espero que lo vais a hacer, Dios bendecirá cada vez más vuestros trabajos y os conservará; pero es preciso ser fieles para hacerse digno de ello».
Conf. 18-10-1655. Sobre el fin de la compartía. Coste X, p 754
Manifestaciones de audacia
De palabra: Interviniendo ante los grandes de la Tierra
Richelieu.
«Se puede decir que, predicando con el ejemplo, a su manera, San Vicente cargó con todas las miserias de su tiempo; interviene ante Richelieu para obtener la paz en la Lorena devastada: ‘La paz, Monseñor, exclama. ¡Dénos la paz! ¡Tenga piedad de nosotros, Monseñor, dé la paz a Francia!'».
San Vicente de Paúl. Maynard, París, 1860. Tomo TV, p. 118
Ana de Austria.
«Todo esto desemboca en un terreno que debemos llamar propiamente político. No podía ser de otro modo. Durante los tiempos confusos de la Fronda y de la Regencia, Vicente desempeñó su papel, algunas veces cerca de las más altas cumbres. El 14 de enero de 1649, se encarga de ir a ver a Ana de Austria, entonces refugiada en St. Germain, para pedirle que destituya a Mazarino. Llega, incluso, hasta aconsejar a este último que se retire. Tres años más tarde parece ser que interviene una vez ante la Reina para aconsejarle que destituya definitivamente a este ministro, con cuya desaparición renacería de nuevo calma en los espíritus. Pero los lazos que unían a la Reina con Mazarino hicieron que estas gestiones fueran inútiles».
M. Vincent, Jacques Potin; 2000 ans de Christianisme, VI, p.132
Ante algunos Obispos.
«…Lo que decís, Monseñor, me obliga a insistir en que no hay punto alguno de contacto posible entre sentimientos tan contrarios y diferentes en materia de fe y de religión (t. IV, 205).
«…A mí me parece motivo de burlas… así como de escándalo… ver a los obispos divididos… y se sirven de vuestro silencio como de un argumento de peso a su favor».
San Vicente de Paúl. Maynard, París, 1886. Tomo II, págs. 365 367
Con referencia a las Hijas de la Caridad
a) En la vida consagrada.
«…las Hijas de la Caridad no son religiosas, sino jóvenes que van y vienen como seglares; son feligresas de las parroquias, bajo la dirección de los sacerdotes donde están establecidas… Hay, pues, esta diferencia entre ellas y las religiosas, éstas sólo tienen por fin su propia perfección, en cambio estas jóvenes están dedicadas, como nosotros, a la salvación y alivio del prójimo…».
3.077. A Jacques de la Fosse, sacerdote de la Misión en Troyes, el 7-2-1660. Coste VIII, págs. 237 y 239.
«…pero no hay nadie que se mueva entre el mundo como las Hijas de la Caridad y que encuentre tantas ocasiones como vosotras, hijas mías.»
Conf. 24-3-1659. Coste X, p. 658.
b) En la pobreza.
«No tenéis derecho más que a lo preciso para vivir y vestiros; el resto pertenece al servicio de los pobres».
Conf. 25-1-1643. Imitación de las jóvenes campesinas. Coste IX, p. 94.
«…La Providencia jamás os faltará. ¿No tendréis ánimos para entregaros a Dios, que piensa tanto en vosotras? No pretendáis reservaros nada para vuestra subsistencia: fiaos siempre de la Providencia. Los ricos pueden caer en necesidad por ciertas circunstancias que con frecuencia suceden, pero no caerán nunca jamás los que quieran depender enteramente de Dios».
Conf. 31-7-1634. Explicación del reglamento. Coste IX, p.11.
c) En el servicio.
«Ved, hijas mías qué grande es vuestra misión. Si grande es ella, los designios de Dios también son grandes y, para cooperar con ellos, es preciso que las acciones de las Hijas de Caridad estén acordes con el nombre que llevan».
Conf. 2-XI-1655: Sobre las máximas de Jesucristo y las del mundo. Coste X, p. 141
«¿Quién ha oído hablar alguna vez de semejante obra antes de hoy? Había ciertamente Órdenes religiosas; se habían fundado hospitales para la asistencia de los enfermos; algunos religiosos se habían consagrado a su servicio; pero hasta ahora no se había visto nunca que se cuidase a los enfermos en sus casas. Si en una pobre familia caía alguno enfermo, era preciso separar al marido de su mujer, a la mujer de sus hijos, al padre de la su familia».
Conf. 13-2-1646. Amor a la vocación; Asistencia a los pobres. Coste IX, p. 235
«Así es como habéis de portaros para ser buenas Hijas de la Caridad, para ir a donde Dios quiera; si es a África, a África; al ejército, a las Indias, a donde os pidan, ¡enhorabuena!; sois Hijas de la Caridad y hay que ir».
Conf. 18-10-1655. Sobre el fin de la Compañía, coste X, p. 752
Atreverse a hablar de Dios
«Amar a Dios y hacerle amar, las dos cosas están íntimamente ligadas. ¿Por qué tener miedo de hablar a los demás, de aquello que se está viviendo? «Una buena palabra salida del corazón y dicha con el espíritu que se debe, bastará para llevarlos a Dios. Así la palabra de Dios que dice una buena Hija de la Caridad a un enfermo es un dardo que inflama su corazón de amor a Dios; es una llama de amor que penetra en el corazón de aquellos a quienes habla».
Ce que croyait M. Vicent». Delarue, p. 38).
En sus creaciones:
La Congregación de la Misión (con dos nombres: Gannes, Folleville):
«En 1639, San Vicente emprende su primera gran cruzada de la caridad. En el mes de enero, se entera de la extrema necesidad de la Lorena asolada por la peste, la guerra y el hambre. Hace un llamamiento a las Damas de la Caridad y durante diez años no cesa de enviar socorros… Estos puestos de socorro están abastecidos por el hermano Mathieu Regnard, quien, disfrazado, logra pasar entre el ejército enemigo. Consigue efectuar 53 viajes, transportando cada vez de 25 a 30.000 libras. En 1648, un grupo de misioneros parte para Madagascar, en 1651, otro para Polonia…».
San Vicente de Paúl. Maynard, París, 1886. Tomo III, p. 140; La Misión de Madagascar 18-4-1648 y 21-5-1643. Envío de cuatro misioneros a Polonia. Toma III, p. 79
Chátillon- las Caridades:
«Habitualmente, San Vicente no se precipita, pero cuando quiere, sabe darse prisa. A mediados del siglo pasado, se encontró en los archivos del Ayuntamiento de Chátillon un proceso verbal (acta) de la reunión del 23 de agosto. Todo él escrito a mano por San Vicente, quien desde ese día dejó arreglado todo lo esencial.
…es el acta de fundación de una obra, de la que desde hace tres siglos siguen manando tesoros de bondad sobre Francia y sobre todo el mundo. Aquel acta se completó, regularizó y se hizo definitiva, recibiendo todas las aprobaciones del Ordinario, n los meses siguientes de noviembre y diciembre.
La verdadera vida de San Vicente de Paúl, A. Redier, págs. 230-233
Los Retiros para los ordenandos:
«Una sola medida es posible: seleccionar los candidatos al sacerdocio, exigirles un mínimum de celo antes de la ordenación y asegurarles un poco de instrucción. Mons. Potier, obispo de Beauvais, no pensaba de otro modo. Un día de julio de 1628, hablando con San Vicente, le confió su preocupación y le pidió que predicara en el mes de septiembre unos Ejercicios a los ordenandos. Dichos «Ejercicios» tuvieron un éxito considerable. Inmediatamente se adoptó la misma fórmula en París e incluso se organizaron tandas de Ejercicios para eclesiásticos análogas a los retiros de los ordenandos…
A principios del año 1633, Roma aprobaba la Congregación de la Misión… y mencionaba como obra principal: la de los ordenandos.
Se ha dado un viraje decisivo. San Vicente ni lo ha visto, ni con mayor razón aún lo ha previsto. Sencillamente, marcha de acuerdo con los acontecimientos que Dios le va poniendo delante. Ahora está dedicado principalmente a la reforma católica. De ahora en adelante, y a pesar de su circunspección campesina, Vicente avanzará a grandes pasos.
El mismo año redacta el reglamento de una asociación sacerdotal… cada martes se reúnen en San Lázaro para orar, trabajar, reflexionar y edificarse. En 1660, la «Conferencia de los Martes» contará 250 nombres.
S. Vicente de Paúl y la Caridad. A. Dodin, c. m., págs. 32-34
Las Hijas de la Caridad:
«No tendrán por monasterio más que las casas de los enfermos y aquella en que reside la Superiora,
ni más celda un cuarto de alquiler,
ni más capilla la iglesia parroquial,
ni más claustro las calles de la ciudad,
ni más clausura la obediencia,
no debiendo salir más que a casa de los enfermos o a los lugares necesarios para su servicio,
ni más rejas jue el temor de Dios,
ni más velo que la santa modestia,
y no habiendo hecho ninguna profesión para asegurar su vocación más que una confianza continua en la divina Providencia,
y la ofrenda que le han hecho de cuanto son y del servicio que prestan en la persona de los pobres.
por todas estas razones tienen que tener tanta o más virtud que si hubieran profesado en una Orden religiosa».
Conf. del 24-8 1659. Coste X, p. 661