Fidelidad de la CM y de las HHdlaC a las intuiciones fundacionales ante los nuevos ordenamientos jurídicos en la iglesia (I: Introducción)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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Introducción

«Contra viento y marea, guardad bien vuestra identidad»

Tanto la Compañía de las Hijas de la Caridad como la Congregación de la Misión se identifican en sus Constituciones como «Sociedad de Vida Apostólica».

  1. La Compañía de las Hijas de la Caridad es una Sociedad de vida apostólica en comunidad, que asume los consejos evangélicos mediante un vínculo definido por las Constituciones. Es de derecho pontificio y exenta: C. 1.
  • Las Hijas de la Caridad forman una Compañía, reconocida por la Iglesia con el nombre de Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Siervas de los pobres. La Compañía partici­pa en la Misión universal de salvación de la Iglesia, según el caris­ma de sus Fundadores, san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac.
  • La Compañía de las Hijas de la Caridad es una Sociedad de vida apostólica en comunidad, que asume los consejos evangélicos mediante un vínculo definido por las Constituciones. Es de dere­cho pontificio y exenta.
  • En virtud de su exención, la Compañía goza de autonomía interna, lo que le permite organizar la vida de sus comunidades en unidad de espíritu y disponibilidad a las llamadas de la Iglesia universal.
  • En las diócesis, participa, según su espíritu propio, en la pastoral establecida por el Ordinario del lugar, y en la vida de la Iglesia local.
  1. La congregación de la misión es una sociedad clerical de vida apostólica y de derecho pontificio: c. 3:
  • La Congregación de la Misión es una sociedad clerical de vida apostólica y de derecho pontificio. En ella, sus miembros tratan de alcanzar su propio fin apostólico según el patrimonio legado por san Vicente y sancionado por la Iglesia. Llevan una vida fraterna en común según un estilo propio y mediante la observancia de las Constituciones tienden a la perfección de la caridad
  • La Congregación de la Misión, según una tradición que tiene su origen en san Vicente, ejerce su apostolado en intima cooperación con los Obispos y con el clero diocesano. Por esta razón san Vicente afirma con frecuencia que la Congregación de la Misión es secular, aunque goce de autonomía propia, concedida bien por la ley universal bien por la exención
  • Los miembros de la Congregación de la Misión, con la mirada puesta en alcanzar de un modo más eficaz y seguro el fin de la misma Congregación, emiten los votos de estabilidad, castidad, pobreza y obediencia, según las Constituciones y los Estatutos

Como si se hiciera eco del laborioso camino recorrido por las dos instituciones vicencianas para salvaguardar su especificidad, a lo largo de casi cuatrocientos años de existencia, proclamaba el Papa san Juan Pablo II ante las Hermanas reunidas en la Asamblea de 1986: «Contra viento y marea, guardad bien vuestra identidad».

La identidad carismática de la Congregación de la Misión y de la Compañía de las Hijas de la Caridad estuvo bien definida desde el tiempo de los Fundadores. La formulación de la identidad jurídi­co-canónica, sin embargo, ha encontrado más difícil encuadre en los ordenamientos jurídicos de la Iglesia hasta la publicación del Código de Derecho Canónico de 1983.

En la presentación que se me ha pedido para esta Semana Vicenciana, trataré de mostrar cómo la Compañía de las Hijas de la Caridad y la Congregación de la Misión se han mantenido fieles a las intuiciones fundacionales entre las fluctuaciones de los ordena­mientos jurídicos vigentes en la Iglesia durante los últimos siglos.

Nos acercaremos, en la primera parte, al panorama de la Vida Consagrada en tiempo de san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac. Destacaremos después los momentos más significativos, desde el punto de vista jurídico-canónico, del camino recorrido por la Congregación de la Misión y por la Compañía de las Hijas de la Caridad para salvaguardar su identidad. Y, como desea el Papa Francisco en este Año de la Vida Consagrada, concluiremos aco­giendo la llamada que el Espíritu Santo nos dirige impulsándonos hacia el futuro.

Corpus Juan Delgado, cm

CEME 2015

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