Muerte de Serullas. Encargos de su padre. Mejoría moral. Pregunta si puede tomar un profesor de inglés. Trabajo para el arzobispado.
París, 26 de mayo de 1832.
Mi querida mamá:
Mi última carta era muy corta; esta no será más larga. La triste noticia que tengo que anunciar a papá no me deja muchas ganas de entretenerle con cosas indiferentes y banales.
Ya informé a papá sobre la enfermedad del señor Serullas; desde entonces temía que pronto le informaría de la muerte de ese excelente hombre; he ido todos los días a informarme sobre su estado. Ayer encontré su puerta cerrada. Dejó de vivir a las dos de la mañana. Hoy se ha tenido su funeral en Val de Grâce. Recibí una invitación y asistí al funeral. Había mucha gente, media docena de miembros del Institut, veinte o treinta miembros de la Legión de Honor, una representación de la École polytechnique[1] y otra de los alumnos de Val de Grâce. Seguían al convoy siete coches y una gran cantidad de hombres a pie. Todos elogiaban al hombre que acababa de fallecer. Unos decían que era el más activo y el más trabajador de los químicos actuales; otros que era un hombre de gran corazón y muy generoso; otros, en fin, que siempre profesó el respeto más grande por la religión; y, sin embargo, parece que temía tanto a la muerte que los médicos le han ocultado la gravedad de su situación, y que incluso al comienzo de su enfermedad, cuando se le habló de llamar a un médico, se encolerizó en gran manera, y se quejó amargamente de que se exageraba la situación. Ha estado consciente hasta el final. No he podido saber si recibió los sacramentos. Lo que sí sé es que la muerte de un hombre tan cercano a mi padre me ha afligido mucho, y que durante la ceremonia religiosa he rezado de corazón por esa alma que era verdaderamente digna de una mejor suerte. El señor Serullas no tenía más que 57 años.
He recibido la carta de Falconnet con la nota interesante que introdujo usted, y de la que he hecho buen uso, como puede usted creer. Esos sesenta francos no se enmohecerán en mi bolsa. Ya he entregado cinco francos a la lavandera, dos francos y diez céntimos de candela que debía, etc., etc… Necesitaré dos pares de pantalones, uno de 14 a 18 francos para los días de fiesta y otro de 6 a 10 francos para los días laborales, pues el pantalón gris con el que he hecho el viaje está casi fuera de combate, tan usado está por atrás. Encargaré que le pongan fondillos uno de estos días. Pero, gracias a su bondad, aún tengo dinero suficiente para vivir honradamente hasta el 1 de julio.
He hecho todos los encargos de papá. La Gazette médicale le enviará el número 25. El señor de Moléon le ha enviado recientemente, es decir, hace seis días, los números de los Archives que le faltaban. Si papá no los recibe en un breve espacio de tiempo, habrá que decírselo al señor de Moléon, quien me los enviaría de inmediato. En cuanto a los Nouvelles Annales des Voyages, han aparecido ya 53 volúmenes, correspondientes a 13 años y 3 meses. El precio va indicado en el papel incluido en esta carta.
Mi melancolía comienza a remitir, no porque estuviera ocasionada, como decía papá, por una tisis pecuniaria, sino porque el señor Marduel[2] me ha dado un buen remedio para ocupar el espíritu con cosas ligeras. Me ha permitido leer Gil Blas de Santillane[3], que es un libro muy alegre, aunque a veces algo libre, pero en el fondo la moral es buena. Por lo demás, el señor Marduel me ha dado carta blanca para leer todo lo que me plazca y me ha aconsejado que me distraiga todo lo que pueda. Así que me he devorado dos o tres libros de Walter Scott, y en este momento me siento dispuesto a volver a trabajar, mi espíritu está, ahora, menos sombrío y algo más activo. Me gustaría mucho, si papá lo quiere, tomar un profesor de inglés durante dos meses; con el alemán, que comienzo a conocer no mal del todo, ese tiempo bastará para leer de corrido y sin dificultad. Porque en París da casi vergüenza no saber inglés; todos los jóvenes que conozco lo saben, y el señor Durnerin me ha prometido un profesor que no cobra mucho; me propongo tomar de mis ahorros la tercera parte de lo que cuesten mis lecciones, y, si el año que viene publico alguna cosa (tal como lo espero), devolveré el resto a papá. El inglés es, sobre todo, indispensable para un abogado que quiera conocer la historia de la legislación y la relación entre los diversos sistemas. Si papá me concede ese placer, trataré de hacerme digno de él, y le daré pruebas de mi gratitud, duplicando mi ardor por el estudio.
Desde hace poco tiempo me ocupo del trabajo que me han pedido desde el arzobispado. Eso estará hecho pronto, pero no sé si les agradará; deberían haberme escrito para darme algunas indicaciones precisas y no exponerme a los disgustos que tuve cuando trabajé para los señores del Hospital.
Adiós, mis buenos padres; la próxima vez responderé a Charles. Mientras tanto le envío un abrazo, y también a Alphonse, del que no recibo cartas;
Su hijo, que les quiere:
A.-F. Ozanam.
Fuente: Archives Laporte (original). • Edición: LFO1, carta 47.
[1]* Escuela de ingenieros fundada en 1794. Su primer nombre fue École centrale de travaux publiques.
[2] El abate Marduel, sacerdote lionés residente en París, era el director espiritual de Ozanam.
[3]* L’Histoire de Gil Blas de Santillane (Aventuras de Gil Blas de Santillana), novela picaresca escrita por Alain-René Lesage a comienzos del siglo XVIII.
Existen varias ediciones en español, entre ellas las de Pentalfa Ediciones (Asturias, 1989), Círculo de Lectores (Barcelona, 1995) y Alfar Ediciones (Sevilla, 2001).