III. LA ESPIRITUALIDAD DE LUISA DE MARILLAC ES ESPIRITUALIDAD VICENCIANA
Luisa de Marillac había ido desarrollando su vida espiritual bajo diversas orientaciones, recibidas de los que el Señor le puso en el camino como acompañantes. También Vicente de Paúl había recorrido su propio camino, acompañado igualmente por quienes el Señor le envió en su proceso de conversión.
Cuando se encuentran Vicente de Paúl y Luisa de Marillac, su mutua colaboración y su profunda amistad harán posible, no sólo las grandes realizaciones caritativas, sino también el que conocemos como carisma vicenciano. Vicente ofreció a Luisa la participación en sus descubrimientos. Los dos comenzaron a compartir el único carisma que el Espíritu quiso suscitar en la Iglesia. Con acentos propios, Vicente y Luisa vivieron y nos legaron su espiritualidad, espiritualidad vicenciana.
Unas pocas semanas antes de morir, Luisa de Marillac escribe una carta en la que, casi de paso, describe con toda claridad en qué consiste la espiritualidad vicenciana: una vida del todo espiritual, de verdaderos cristianos, que consiste en darse a Dios para servirlo en la persona de los pobres, que implica muchas veces trabajos aparentemente bajos y despreciables. «¿No encuentra usted, pues, muchachas que tengan ganas de darse, en la Compañía, al servicio de Nuestro Señor en la persona de los Pobres? … lo que se necesitan son espíritus equilibrados y que deseen la perfección de los verdaderos cristianos, que quieran morir a sí mismas por la mortificación y la verdadera renuncia, ya hecha en el santo bautismo, para que el espíritu de Jesucristo reine en ellas y les dé la firmeza de la perseverancia en esta forma de vida, del todo espiritual, aunque se manifieste en continuas acciones exteriores que parecen bajas y despreciables a los ojos del mundo, pero que son grandes ante Dios y sus ángeles».
Estamos hablando de espiritualidad y de espiritualidad vicenciana. La espiritualidad dice relación a la vida según el Espíritu, al seguimiento de Cristo, a una nueva manera de ser y vivir en el Señor. El P. Robert Maloney describe así la espiritualidad: «Es, por un lado, el modo propio que tiene una persona de enraizarse en Dios; por otro, la manera peculiar de relacionarse con el mundo. Es la intuición que fundamenta la acción, una visión que genera energía y la orienta en una dirección determinada, haciendo que la persona se trascienda a sí misma. Para el cristiano, es un modo de ver a Cristo, de vivir en Él, modo que dirige las energías de la persona al servicio del Reino. Es una visión y una fuerza dinámica».
Hablar de espiritualidad vicenciana es encontrar en Vicente de Paúl y Luisa de Marillac inspiración en el seguimiento de Cristo. Porque el cristianismo no consiste en fórmulas, ideología, conceptos, sino que es ante todo don, presencia, experiencia, vida. Y la vida de san Vicente y santa Luisa resulta interpelación e inspiración para encarnar las actitudes y valores cristianos. Por eso, es verdad que sólo hay una espiritualidad, la espiritualidad cristiana; pero es igualmente posible hablar de espiritualidad franciscana, carmelitana o vicenciana.
La espiritualidad vicenciana es una manera de ser cristiano que el Espíritu Santo ha suscitado en su Iglesia en las personas de Vicente de Paúl y de Luisa de Marillac; una forma de ser cristianos que va recreándose en cada época, que va profundizándose y enriqueciéndose permanentemente con la vitalidad de las respuestas de cada una de las personas, comunidades y asociaciones vicencianas en fidelidad al Espíritu.
Cuando, tras la muerte de santa Luisa, se reúnen las Hermanas con san Vicente para hablar de sus virtudes, se refieren a su vida como el «espejo en el que no hemos de hacer sino mirarnos». La actitud sugerida por esta expresión es la de quienes quieren verificar su modo de ser cristiano, de seguir a Jesucristo, ante la experiencia espiritual de Luisa de Marillac, ante la forma de seguir a Cristo y de ser cristiano de santa Luisa.
Siempre me ha impresionado la conducta de sor Margarita Chétif. Llamada a dirigir la Compañía, trata de encontrar inspiración para las decisiones que haya de tomar o para las orientaciones que haya de compartir. Y recoge en unos cuadernos, copiándolos con su puño y letra, los escritos que ha dejado la Señorita Le Gras y las cartas que ha podido reunir. Estos cuadernos, que han ayudado después a los estudiosos a reconstruir alguno de los documentos originales, son un testimonio y una provocación para nosotros hoy’. Nosotros que queremos ser cristianos, que queremos recrear y hacer actual la espiritualidad vicenciana.
«Nos queda ahora hacer de ella un modelo»: es la invitación del señor Vicente, que he recordado más arriba y que me parece de actualidad permanente.
Corpus Delgado
CEME 2010