Espiritualidad vicenciana: Predicación

Francisco Javier Fernández ChentoEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Pablo Domínguez Garatachea, C.M. · Año publicación original: 1995.

El proceso evangelizador y la misión popular vi­cenciana.- Clases de predicación según san Vicente.- Desa­rrollo de la predicación en la misión: contenidos y evolución.


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«Id por el mundo entero proclamando la bue­na noticia» (Mc 16, 15).

En la historia de la Igle­sia este mandato se ha ido cumpliendo, de una u otra manera, por medio de tres acciones lla­madas «proceso evangelizador».

Son tres acciones o momentos distintos, pe­ro muy relacionados entre sí:

  • el primer momento corresponde a la acción evangelizadora, cuya predicación proclama el primer anuncio y está orientada a suscitar la conversión y la adhesión a Jesucristo, a despertar la fe;
  • el segundo momento es la acción cate­quizadora, que inicia en el vivir cristiano por me­dio de la instrucción y el conocimiento de las verdades de la fe y de las actitudes y comporta­mientos del cristiano,
  • finalmente, la fe y la vida cristiana se man­tienen por medio de la acción pastoral, cuya pre­dicación anima y exhorta a vivir el compromiso cristiano.

La misión popular vicenciana sintetiza y de­sarrolla estas tres acciones del proceso evange­lizador, incluso aparecen delimitadas en el es­quema tradicional de misión, aplicadas a una sociedad cristianizada:

  • el sermón de la mañana, en tiempos de S. Vicente, y el de la tarde, en épocas posteriores, tienden a motivar la conversión, la adhesión a Je­sucristo;
  • el «pequeño catecismo» y el «catecismo mayor», en tiempos de S. Vicente, y posteriormente la función llamada «Doctrina» tienen co­mo finalidad enseñar e instruir a través del co­nocimiento de las verdades necesarias para sal­varse, proponiendo el camino y los medios para ello,
  • por último, el sermón de la mañana, en tiempos de S. Vicente, y la «Plática», posterior­mente, pretenden educar la fe en las obligacio­nes del buen cristiano.

S. Vicente distinguía tres clases de predica­ciones, cuya finalidad es siempre llevar las almas a Dios. Debemos tener en cuenta que habla en una situación de Iglesia de cristiandad, que por otra parte es el ambiente en el que nacen y se desa­rrollan las misiones populares:

  1. la Catequesis: enseñar las verdades de fe a quienes no saben lo que necesitan para salvarse;
  2. Predicación-exhortación: exhortar a la vir­tud o a abandonar el vicio a quienes saben las ver­dades, pero tienen necesidad de ser buenos; des­tinada a los católicos adultos que tienen cierta formación;
  3. Predicación mixta: enseñar y exhortar al mismo tiempo, orientando a quienes no están bien instruidos y necesitan apartarse del vicio y ser animados en la virtud (X, 34s).

La misión vicenciana se servirá preferente­mente de la catequesis y de la predicación mix­ta, sin olvidar la predicación-exhortación que se hacía a personas más preparadas, como maestros y sacerdotes.1 En cualquiera de los casos, las tres líneas maestras que siguen las misiones en la predicación son: primero enseñar las verdades, segundo indicar el camino que hay que recorrer para llegar a la salvación (mandamientos) y, fi­nalmente, presentar los medios para ello (sacra­mentos, sobre todo confesión y eucaristía) (cf. C. Riccardi, La missione popolare e la situazione pastorale oggi, en Annali 73(1966)215).

Nos detenemos en la predicación que se ha­cía en las misiones en la función llamada «Ser­món», la predicación catequizadora, o catecismo, se trata en otra parte. El sermón es una predica­ción que tiende a instruir y a convertir, a conmo­ver y motivar al arrepentimiento de las culpas y a preparar a los oyentes para hacer una buena con­fesión general. De ahí que se le llame también «sermón de movimiento».

En tiempos de S. Vicente se hace por la ma­ñana, después de la misa, antes de ir al trabajo cotidiano. Los temas más ordinarios eran prácti­cos y que impactaban al espíritu (cf. Coste, El gran santo del gran siglo, CEME, Salamanca, III, 33). Posteriormente el Sermón pasó a la tarde, como veremos más adelante. Para lograr el ob­jetivo, esta predicación se sirve de un discurso re­tórico, siguiendo las reglas de la oratoria y de sus gestos espectaculares. Es verdad que en las mi­siones vicencianas se huyó de ciertas dramatiza­ciones propias de otros tipos de misión. Es ver­dad que S. Vicente estuvo siempre en contra de esta forma de predicar e insiste constantemente a sus misioneros en que la predicación hay que hacerla «con sencillez, con un discurso familiar, de forma que todos puedan entenderla y sacar provecho» (XI, 165). Enemigo de los grandes ser­mones, por el poco provecho que de ellos se sa­ca, prepara a sus misioneros e insiste en que usen en la predicación el «pequeño método» o, lo que es lo mismo, «predicar a lo misionero»(cf. X1, 164-187. 313. 340. 591s).

La tentación de los grandes sermones estu­vo siempre presente en el tiempo de S. Vicente (cf. I, 441. 231s; VI, 357s) y a lo largo de toda la his­toria de las misiones, y quizás se pueda afirmar que la tentación fue tan grande que el Sermón, una función secundaria para S. Vicente, pasó a ser, hasta los años setenta, el centro de la misión, ocupando el lugar privilegiado en las misiones po­pulares.

Los contenidos, aunque se desconocen los del tiempo de S. Vicente, teniendo en cuenta los pu­blicados en 1859 (cf. J. J. Jeanmaire, Sermons de saint Vincent de Paul, de ses coopérateurs et suc­cesseurs immediats pour les missions des cam­pagnes, Baldereck, Paris 1859, 2 tom. en 1 vol.), los diversos Manuales o Breviarios de predica­ción Misionera y los sermones manuscritos que se conservan, podemos decir que han permane­cido casi invariables, ya que contenían la doctri­na de Trento y se daba una especie de «liturgia misional nuestra, en la que ningún misionero se atrevería a cambiar nada por su cuenta, y, por tanto, todos debían decir lo mismo y casi con idénticas palabras» (E. Escribano, Predicación mi­sionera, II, 7).

En los orígenes de la misión vicenciana, se­gún Abelly, los temas de la predicación eran: «las partes de la penitencia en particular, el fin último del hombre; la enormidad del pecado, los rigores de la justicia de Dios con respecto a los pecado­res, la dureza de corazón, la impenitencia final, la falsa vergüenza, las recaídas en el pecado, la ma­ledicencia, la envidia, los odios y enemistades, los juramentos y blasfemias, la intemperancia en la bebida y comida, y otros pecados semejantes que se cometen más ordinariamente entre la gen­te del campo; también sobre la paciencia, el buen uso de las penas y de la pobreza, la caridad, el buen empleo de la jornada, la manera de rezar bien a Dios, frecuentar dignamente los sacramentos, asistir devotamente al santo sacrificio de la misa, la imitación de Nuestro Señor, la devoción a su santísima Madre, la perseverancia y otras virtu­des parecidas y buenas obras propias a las per­sonas de su condición» (Abelly, o. c., II, 12-13).

El mismo autor señala que los temas se adap­tan a las ocasiones y necesidades del pueblo y a la duración de la misión, dejando al director de la misma una gran amplitud de elección y orden (ib. 13). La predicación debía ser corta y siguiendo el «pequeño método». Los temas, preferente­mente morales, indican la actualidad y la encar­nación de la predicación al referirse a la realidad concreta de las gentes del campo. Así mismo, provocan el despertar religioso más por las ca­racterísticas intrínsecas de los temas que por el uso de medios externos usados en otros tipos de misión.

Posteriormente, cuando el sermón comenzó a ser centro de la misión, la predicación giró en torno a los «novísimos» (escatología): fin del hombre, el pecado, la muerte, el juicio universal, el infierno, la penitencia (confesión general), pa­ra terminar con el sermón de la perseverancia. En el último Manual del Misionero publicado en Es­paña (1964) aparecen otros temas como la mi­sericordia del Padre, la Iglesia, la Eucaristía dan­do a los sermones unas líneas orientadoras más «conciliares», pero parece que fue más un cam­bio teórico que práctico, que afectó más a la pa­labra impresa que a la palabra hablada.

Sintetiza el P. Escribano el contenido de los sermones cuando escribe: «Pero, al fin, todos los temas de los sermones ¿qué son sino del temor de Dios? Amenazas, ruegos, quejas de Dios, ex­hortaciones a la penitencia, terribles juicios divi­nos, castigos o dichas sin fin, truenos y rayos contra los públicos pecadores, misericordias y dolores de Cristo por salvarnos, etc. etc.» (E. Es­cribano, Manual del misionero, 1, 42-43).

No es de extrañar que algún autor haya visto en la predicación misionera, incluida la vicencia­na, una forma de mantener la «pastoral del mie­do» usada por la Iglesia católica (J. Delumeau, Le péché et la peur, sobre todo la tercera parte, donde se resalta la predicación de las misiones lazaristas).

Es verdad que las personas eran motivadas y conmovidas por el miedo del inevitable impacto con la muerte física, con el peligro de la muerte eterna, pero también eran reaseguradas por el amor personal de Dios a cada una de ellas, por su misericordia, por lo cual debían esperar en el perdón, en la perseverancia final y en el premio eterno por el bien hecho. Podemos afirmar que el contenido de las predicaciones es fiel al Ma­gisterio de la Iglesia. En la predicación misione- ra, como en la pastoral eclesial, preocupa sobre todo el conocimiento de las verdades necesarias para salvarse y la sacramentalización, como ex­presión de fe y fuente de gracia. Por eso, los ejes de la predicación han sido el Dogma, la Moral y los sacramentos, que los misioneros acercaron al pueblo sencillo en su lenguaje y a su experiencia y psicología. Los misioneros hablaron con el len­guaje teológico de su tiempo y transmitieron la doctrina de su tiempo, que hoy, desde una nue­va perspectiva teológica y antropológica, podemos injustamente descalificar.

En la actualidad, y no por méritos especiales, sino por la influencia de la pastoral eclesial, la reflexión teológica, la adaptación al mundo y hombre de hoy y la vuelta al carisma vicenciano, la predicación en las misiones, sin ser tan uni­forme como hasta hace poco, gira en torno a tres núcleos: antropológico, cristológico y eclesial. En algunos métodos de misión se privilegia la pre­dicación kerigmática, en otros una predicación más catequizadora, incluso siguiendo el viejo es­tilo de hacer una presentación del dogma y ter­minando con algunas conclusiones morales o prácticas, siempre con una metodología cate­quística adecuada. En cualquier caso, la predica­ción en las misiones populares sigue anunciando la buena noticia de la salvación al hombre de hoy, sigue cumpliendo, no sin dificultades y en bús­queda, el mandato del Señor: «Id por el mundo entero proclamando la buena noticia».

Bibliografía

L. Abelly, La vie du vénérable Serviteur de Dieu, Vincent de Paul, instituteur et Premier Supe­rieur General de la Congregation de la Mission, 3 libros en 1 vol., Paris, Florentin Lamben, 1664.- P. Coste, El gran santo del gran siglo. El señor Vicente, 1-III, CEME, Salamanca 1990­1992.- Comisión episcopal de enseñanza y ca­tequesis, La catequesis de la comunidad. Orientaciones pastorales para la catequesis en España, hoy, EDICE, Madrid 1987.- J. De­lumeau, Le péché et la peur. La culpabilisation en Occident (XIIIe-XWIle siécles), Fayard, Pa­ris 1983. E. Escribano (ed.), Predicación misionera. Doctri­nas de la Santa Misión. Litografiadas en la Ca­sa-noviciado de la Congregación de la Misión, siendo visitador de ella D. Ramón Sanz, Ma­drid, 1865, t. II, Ed. La Milagrosa, Madrid 1941.- E. Escribano (ed.), Predicación Misio­nera. Pláticas de la Santa Misión. Sr. Buena­ventura Codina. Obispo de Canarias. Sacerdote que fue de la Congregación de la Misión, fun­dada por San Vicente de Paul, III, Ed. La Milagrosa, 1942.- E. Escribano (ed.), Predicación Misionera. Sermones de la Santa Misión por varios antiguos sacerdotes de la Congrega­ción de la Misión, t. IV y V, Ed. La Milagrosa, Madrid 1942.- E. Escribano, Manual del Mi­sionero, t. 1, Ed. La Milagrosa, Madrid 1943.- Breviario de Predicación Misionera compues­to por varios Misioneros de la Provincia de Madrid con ocasión de la Misión de Valen­cia(1948), t. I y II, Ed. La Milagrosa, Madrid 1948.- Hermandad Misionera de San Vicente de Paul (ed.), Manual del Misionero, t. 1-IV, Ed. La Milagrosa, Madrid 1964.- W. Misio­nes vicencianas y evangelización del hombre de hoy, CEME, Salamanca 1987.- J. Ferré, La vie religieuse dans les campagnes parisiennes (1622-1695), Librairie Philosophique J. Vrin, Paris1962.- J. J. Jeanmai re, Sermons de Saint Vincent de Paul, de ses coopérateurs et suc­cesseurs inmediats pour les missions des campagnes, 2 t. en 1 v., Ph. Baldereck, Paris 1859.

  1. Cf. L. ABELLY, La vie du vénérable Serviteur de Dieu, Vincent de Paul, instituteur et Premier Supérieur General de la Congrégation de la Mission, Paris, Florentin Lambed, 1664, II, p. 15. En los Manuales de los Misioneros se en­cuentran las «conferencias especiales», cf. AA. W., Bre­viario de Predicación Misionera compuesto por varios Mi­sioneros de la Provincia de Madrid con ocasión de la Mi­sión de Valencia (1948), Madrid, Ed. La Milagrosa», 1948, vol. 2, p. 243-334; Herm. Misionera de S. V. de Paul (ed.), Manual del Misionero, Madrid, Ed. La Milagrosa» 1964, t. IV, p. 619-784.

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