Espiritualidad vicenciana: Ancianos

Francisco Javier Fernández ChentoEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Consuelo Ajenjo Miguel, H.C. · Año publicación original: 1995.
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1. Origen

La atención a los ancianos, por parte de San Vicente de Paúl, fue una conquista tardía: marzo de 1.653, cuando ambos Fundadores: Vicente y Luisa, habían sentido ya en su propia carne los zar­pazos de la ancianidad; sólo siete años antes de su muerte en 1.660.

Esta obra, última creación en vida de Vicente de Paúl, nace como preocupación por los men­digos que pululaban por las calles de Paris, más que como respuesta a la ancianidad, si bien es cierto que muchos pordioseros eran artesanos que, por enfermedad o vejez, no podían ganarse la vida con un trabajo digno.

El proyecto para erradicar la mendicidad en Maçon había sido un éxito. Vicente de Paúl, gran educador de las clases sociales y experto en re­laciones, supo lograr de cada estrato la colabo­ración precisa. De unos el dinero, de otros la apor­tación en especie, de los pobres su decisión de mejorar su calidad de vida. Pero en Paris, el pro­blema de la mendicidad, desbordaba todo inten­to de solución.

El donativo de cien mil libras de un burgués que deseó permanecer en el anonimato, decidió a Vicente de Paúl a afrontar el problema com­prando una casa llamada del «NOMBRE DE JESÚS», en el barrio de San Lorenzo. Dificultades con el vendedor que retrasaba su entrega forzaron a San Vicente a entablar un pleito, retrasando la puesta en marcha de la obra, que comenzó a fun­cionar en 1.653. Recibió la aprobación del Arzo­bispo de París el 15 de marzo de 1.654 y la del Rey en el mismo año.

Vicente de Paúl puso todo su empeño en pro­porcionar una Residencia cálida y acogedora a los pobres artesanos, que, por invalidez, no podían ganarse la vida, y lo consiguió.

2. Estructura

Sorprende a tres siglos de distancia, la orga­nización del «Hospicio». Ésta correspondió ínte­gramente y desde el principio a Luisa de Marillac, que cuando lo tiene todo a punto, invita a Vicen­te de Paúl: «La pequeña familia ha quedado, por fin, reunida… Creo, señor, es necesario que su ca­ridad se tome la molestia de hacer mañana, <por la mañana, su inauguración.»1. Su concepción modélica sirve en la actualidad en todos sus aspectos: administrativo, asistencial y terapéutico, y también como proyecto que tiene claros los criterios de admisión y de funciona­miento, los objetivos y el fin, así como asentar bien unas bases que garanticen su continuidad.

Administración: Los libros de cuentas se lle­vaban con exactitud y claridad. Además, Luisa no dudó en lanzarse a la contratación de obreros ca­pacitados que, como asilados, enseñasen el ofi­cio a sus compañeros y especulaba hábilmente para lograr materiales a buen precio. «…No hay que mirar los gastos que hay que hacer para los útiles y materiales, ni la dificultad que supone buscar las direcciones de los sitios que los pro­porcionan a buen precio y fácilmente»2.

Asistencial A pesar de la magnitud del pro­blema, no cayeron en la tentación masificadora, partieron de niveles sencillos, humildes: veinte mujeres y veinte hombres. Tampoco sucumbie­ron al riesgo de la segregación, todo lo contrario, establecieron como criterio el admitir mendigos y artesanos, lo que aseguraba un logro psicoló­gico en cuanto a la mejora de la calidad de vida, por el estímulo al trabajo, con sentido de utili­dad para la casa y para la propia persona. Se ad­vierte aquí ya una clara concepción integral del hombre: «Lo bueno, tanto en lo espiritual como en lo material, es que no haya nadie inútil»3.

Terapeútico: A la acción represiva del Esta­do, para «esconder» a los pobres, recluyéndolos corno delincuentes que constituyen un peligro social, opone Luisa la tarea mentalizadora, lenta, estimulante y llena de amor, para orientar su tiempo hacia un trabajo voluntario, según sus fuerzas, para evitar la ociosidad.

Al colaborar según sus posibilidades, se libe­ran del complejo de carga para la sociedad, tie­nen las ventajas materiales del trabajo remune­rado y la satisfacción moral de contribuir a los gastos del Asilo.

Los trabajos son adecuados a sus posibilida­des y aptitudes: tejedores, laneros, zapateros…, guanteras, costureras, encajeras… Es la acción pionera de la terapia ocupacional que tanto se impulsa hoy, y de la reeducación de la persona. que responde tanto cuanto se siente valorada y motivada.

3. Espiritualidad dinamizadora

La atención a todas las dimensiones de la per­sona: física, moral, psicológica, la tuvieron clara desde siempre y en todas las obras Vicente y Lui­sa, mucho más la dimensión trascendente. Los principios de Pastoral nos sirven hoy y se asien­tan en la psicología vicenciana:

a) El compromiso de oración por los Pobres y en nombre de ellos:

«Al considerar su fin excelente, puesto que co­rresponde a la gloria de Dios…, se la recomienda les oraciones de sus hijas»4.

b) El respeto a la libertad:

«tienen que venir de buen grado y no a la fuer­za», ello no es obstáculo para que, una vez deci­didos, se les oriente hacia la aceptación de unas normas que contribuyan a crear un «clima de familia« y a trabajar en la salvación de su alma.

c) La sencillez de la catequesis

Un estilo coloquial, cercano y vivencial, con el que San Vicente ya había influido en las maneras de predicar de su tiempo. Incluso echa mano de un niño que, con sus respuestas simples y es­cuetas, refresque las mentes desmemoriadas de los ancianos: «¿Quién es Dios, hijo mío? – El Cre­ador del cielo y de la tierra.». Del niño, pasa a una señora y vuelve a preguntar: – «¿Quién es Dios? – Es el Creador del cielo y de la tierra. – ¿Qué quie­re decir Creador?, ¿qué significa crear alguna co­sa? – Es hacer una materia de la nada.- ¡Qué lis­ta es Vd. amiga mía…»5.

d) La constancia

Encarga a los Padres de la Misión de los servicios religiosos y los reprende cuando nota sub­terfugios y cansancio: «Los pobres del Nombre de Jesús nos trastornan. Hay que ir a decirles Misa, a instruirles, a administrarles los sacra­mentos y a ocuparnos de todas esas cosas…

Padres, ¿es posible criticar estas buenas obras sin ser un impío? ¿No son los pobres los miem­bros afligidos de Nuestro Señor? Y si los sacer­dotes los abandonan, ¿quiénes queréis que los asistan? Si alguno de vosotros cree que está en la Misión para evangelizar a los pobres y no pa­ra cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que los asistan de todas maneras..»6.

4. Evolución histórica

La buena marcha del Hospicio, hizo desear la creación de obras parecidas. San Vicente no las abordó, aunque intervino ante la Reina Ana de Austria para que cediese la casa de la Salpetriére para esa obra que las Damas deseaban. La precipitación en la puesta en marcha, el quemar etapas urgiendo u obligando a los pobres para su ingreso, la masificación…, condujeron al fracase la nueva experiencia, pero el pequeño Asilo continuó siendo el modelo de servicio y de entrega A lo largo de los siglos, las Hijas de la Caridad han permanecido fieles a la atención de los ancianos.

La institucionalización quizás hizo perder fuer­za al carisma primero. Como en la Salpetriére, se cayó en la tentación de dar preferencia a la can­tidad de personas sobre la calidad del servicio realizado, a la urgencia de la atención material, olvidando un poco a la «persona entera». Las Hi­jas de la Caridad viven en su tiempo y sufren el desgaste del mismo; ello no resta nada a su de­dicación y a su fidelidad que mantienen a través de sus revisiones periódicas. Durante muchos años, en cada pueblo o barrio donde nacía una co­munidad, lo hacía en una doble dirección: hacia el principio y hacia el final de la vida: Escuela-Asi­lo, preparando a unos para lanzarse y a otros pa­ra replegarse: a unos para ayudarles a descubrir el Dios Padre Creador y a otros a redescubrir al Dios Redentor, alentándolos en la esperanza de Cristo Resucitado que a todos nos salvó con El.

5. Momento actual

El Concilio Vaticano II, invitó a las Comunida­des Religiosas a volver a las fuentes, a redescu­brir su carisma y a adaptar las formas de servi­cio.

Las Hijas de la Caridad perdieron muchas exclusivas en el servicio de los Pobres, pero ga­naron en estímulo ante la reacción de la Iglesia’ de los Pobres y un sin fin de Congregaciones que hoy les sirven. Su principal reto, hace años les fue lanzado y en él han centrado sus fuerzas: «No bas­ta con hacer el bien, sino que hay que hacerlo bien, si no, no sirve para nada»7.

El anciano en la actualidad ha perdido su rol patriarcal. apenas tiene voz en la familia, ni en la sociedad. Numéricamente es un sector impor­tante en la sociedad y lo será durante muchos años. La esperanza de vida aumenta, pero la ca­lidad no mejorará; todo lo contrario, el deterioro psíquico será más profundo y más precoz. Nue­vas enfermedades, principalmente las derivadas del stress -la de Alzheimer y otras- han apareci­do y la ciencia y la sociedad no han acertado aún a establecer medidas preventivas, curativas y asistenciales.

La enfermedad, la soledad y el abandono, la precariedad económica, son las armas que man­tienen a raya al hombre mayor en sus últimos días.

Las Hijas de la Caridad, han elaborado sus Principios de acción, según su carisma vicencia­no y de acuerdo con los planes gerontológicos de Acción Social:

  • Mantener a la población mayor en su pro­pio domicilio y en el ambiente que conoce y en el que es conocido. Éste es el criterio base, por lo que toda colaboración en este sentido es váli­da allí donde haya una Hita de la Caridad, apartando su acción al Equipo multidisciplinar y desde el ámbito de sus posibilidades.
  • Solución intermedia son los Centros de día, cuando la persona mayor puede mantener aún cierto grado de libertad y autonomía personal. Y en esto, además de los centros específicamen­te dedicados a este servicio, pueden otros centros abrir sus puertas y sus corazones, para responder a las necesidades del entorno, en el barrio o pueblo.
  • Las Residencias. Son el último recurso, cuando no son posibles las soluciones anteriores. A partir de sus Principios Inspiradores de Ac­ción, las Hijas de la Caridad: como Centro Social, programan la vida del mismo en orden al des­arrollo integral de la persona. Como Centro cristiano, actúan en él con criterios y actitudes cristianas, defienden el derecho a la vida y pro­mueven la calidad de la misma. Como Centro vicenciano, optan por los más débiles en su nivel económico, psicológico y social, e imprimen su carisma propio en un ambiente de sencillez, con­fianza, servicialidad y calor humano.

En sus relaciones, consideran a la persona como ser individual, social y trascendente, y for­man la comunidad evangelizadora integrando a todas las personas que de una u otra forma des­arrollan sus funciones en el Centro, desde sus respectivos niveles y cometidos, entre ellos el propio residente como principal protagonista de la acción.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Sor Margaret FLINTON, Santa Luisa de Marillac: El aspecto social de su obra, CEME, Salamanca, 1974.
  • José M° ROMAN, San Vicente de Paúl. I. Biografié, BAC. Madrid, 1.981.
  • Principios inspiradores de acción de las Hijas de la Cari­dad para los Centros de Tercera Edad de Es­paña, CEME Salamanca 1985.

Por: Consuelo Ajenjo Miguel, H.C.
Tomado de: Diccionario de Espiritualidad Vicenciana, Editorial CEME, 1995

  1. L .M. Correspon­dencia y escritos, CEME Salamanca 1985, p. 404
  2. LM. o.c. p. 782
  3. LM. o.c. p. 785
  4. L.M. p.400
  5. X,203
  6. XI,393
  7. IX, 328

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