En respuesta a tu llamada: Presentación

Francisco Javier Fernández ChentoHijas de la CaridadLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Felipe Manzanal, C.M. · Año publicación original: 1973.
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PRESENTACIÓN

Hermana: Quiero obsequiarte con esta obra sencilla y vulgar, sa­lida de mi modesta artesanía. Nació al soplo de tu inspiración y viene al farragoso mundo bibliográfico, como un niño tímido y balbuciente, asido de tus manos. La estimación que alcance será la que tú le des. Tú eres su principio y su fin, su afán y su gloria, su meta y su destino.

Mi trabajo ha consistido en cubrir con el vestido barato de mi lite­ratura la desnudez de las ideas que me has ido sugiriendo a lo largo de estos nueve años últimos. Lo que hemos hablado en la intimidad de nuestras reuniones salta ahora al aire y al sol en las páginas de este li­bro para el goce colectivo y familiar. De este modo los pensamientos volanderos y fugaces de un día quedan aquí fijos, como aves disecadas. Lo que perdieron de viveza, de calor y de gracia lo ganaron en perma­nencia y, por tanto, en facilidad de repaso y degustación.

He desempolvado los criterios aireados en nuestros intercambios. Los he acicalado y bruñido un poco para que salgan a la calle acepta­bles y limpios. Los he sazonado, creo yo, al gusto de tu paladar. Si los he reproducido o no con fidelidad, sólo tú lo puedes decir. Espero que tu veredicto me sea favorable, pese a los errores que subrepticiamente se hayan podido deslizar entre la maraña de las palabras. Mi cerebro, por desgracia, no es un filtro excepcional, hecho a prueba de yerros e inexactitudes. O tal vez sea mejor así. Pienso que el que nunca se ha equivocado es posible que nunca haya hecho nada bueno. La vida del ser humano oscila por igual entre los aciertos y los desaciertos. Decir lo contrario son ganas de soltar al aire palabras bonitas e inútiles como pajaritas de papel.

Aquí tienes un molde para que hagas el vaciado de tu vida con­sagrada. Los materiales empleados en su elaboración son de toda ga­rantía. Ostentan, a mi juicio, la marca de fábrica, evangélica; la etique­ta, conciliar; el cuño, vicenciano. Pero en la labor de acarreo ha llegado también una gran variedad de afirmaciones, opiniones y puntos de vista discutibles. Fuera de un reducido número cuya paternidad acepto complacido, la mayoría se coció en las cabezas de unos escritores de avanzadilla decorados con el marchamo de progresistas. En ocasiones me he visto obligado a desafiarlos a singular combate. Claro está que sobre el papel y en el terreno de las ideas. Pero otras veces, aunque veía sin género de duda que sus juicios tenían una enorme carga explosiva, no he querido, sin embargo, quitarles la espoleta con el fin de que al estallar en vuestros cenáculos femeninos, levanten una saludable polva­reda de discusiones y debates de buena ley. Esta clase de comtroversias sabiamente dirigidas estimulan a las recalcitrantes y templan la impa­ciencia de las que ansían cruzar la barrera del sonido.

No leas este libro de una vez, ininterrumpidamente. Sería una tarea indigesta y adormecedora. Es un agua que hay que beber a peque­ños sorbos. Su lectura debe ser pausada, al compás de tu necesidad es­piritual, al dictado de las circunstancias. Los temas, aunque tienen una trabazón básica y profunda, gozan entre sí de cierta independencia. Al­gunos podrán parecerte áridos y deslavazados. Otros tal vez pequen de endebles y superficiales. Otros, en fin, te harán sospechar que están ocultando su flanco débil bajo una fraseología sonora y musical. Tienes razón que te sobra al pensar así. Pero yo no he sido capaz de hacer otra cosa mejor, lo confieso honradamente.

Abrigo, sin embargo, la esperanza de que un viaje por sus pági­nas te va a proporcionar sorpresas inesperadas. Te descubrirá la vacui­dad de tantos mesías halagadores del instinto. Disolverá los ácidos de tus amarguras comunitarias. Rasgará esas leves telas de araña que te parecen irrompibles entre las que posiblemente estés presa como un pobre insecto desvalido. Dará a tu vocación un contenido que se iba diluyendo lentamente y unas perspectivas que se iban borrando sin sa­ber cómo ni por qué. Y volverá a encender el pabilo de la alegría que habías dejado apagar…

Si crees que esta obra es un buen yacimiento de ideas y cuestiones que te atañen de cerca, colócala al tresbolillo de tus labores profesiona­les, en los entreactos de tus trabajos domésticos, en los paréntesis de tus reflexiones, al alcance de la mano en las revisiones e intercambios con tus compañeras de navegación. Botar esta nave mía en el puerto de la Editorial y hacerla zarpar mar adentro ha sido una empresa bastante laboriosa. Pero si me consta que su mercancía literaria logra dar a tu existencia consagrada mayores dimensiones, eso bastará para que yo me sienta suficientemente galardonado.

 

 

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