1. «Recurrir a Dios por medio de la oración».
La experiencia nos dicta que el Misionero corre el riesgo de perderse, mientras predica a otros, si no vive él la doctrina evangélica. La conversión continua obliga a la Congregación entera y a cada uno de sus miembros a dejarse transformar por el Espíritu. San Vicente aconsejaba al padre Durand el trato con Dios en la oración, de donde proviene la luz y la fuerza para mantenerse firme en la vocación:
«Quien ama al mundo no lleva dentro el amor del Padre, porque de todo lo que hay en el mundo —los bajos apetitos, los ojos insaciables, la arrogancia del dinero—nada procede del Padre, procede del mundo, y el mundo pasa y su codicia también. En cambio, el que cumple la voluntad de Dios permanece para siempre».(I Jn 2,16-17).
«En la obra de evangelización que la Congregación se propone realizar, tengamos presentes estas características:
…6.° Búsqueda continua de la conversión, tanto por parte de cada uno como por parte de la Congregación entera, según la mente de San Pablo que aconseja: `No os amoldéis al mundo éste, sino los transformando con la nueva mentalidad’ (Rom 12,2)». (C 12,6).
A las cinco notas anteriores que han de acompañar, según las Constituciones, la actividad apostólica de la Congregación, añádase esta última referente a la actitud interior de conversión continua. Siendo la evangelización, obra sobre todo del Espíritu, los Misioneros, enviados para prolongar la misión de Cristo, han de aceptar la invitación apremiante del Hijo de Dios a la metanoia. Sin esta disposición la obra apostólica resultaría ineficaz.
«Debe usted recurrir a Dios por medio de la oración para conservar su alma en su temor y en su amor; pues tengo la obligación de decírselo y lo debe usted saber, que muchas veces nos perdemos mientras contribuimos a la salvación de los demás. A veces uno obra bien en particular, pero se olvida de sí mismo preocupándose por los otros. Saúl fue encontrado digno de ser rey, porque vivía bien en la casa de su padre; pero después de haber sido elevado al trono, decayó miserablemente de la gracia de Dios. San Pablo castigaba su cuerpo por miedo de que después de haber predicado a los demás haberles enseñado el camino de la salvación, se viera si mismo reprobado». (XI 237).
2. «La transformación y renovación de todo el hombre».
Sólo la voluntad de Dios permanece para siempre, todo lo demás es pasajero. Ahora bien, el ejercicio de la voluntad divina introduce al Misionero en el Reino de Dios, anunciado por Cristo, Reino de santidad, contrario a la codicia del mundo. A este Reino, como claramente manifestó Pablo VI:
«solamente se puede llegar por la metanoia; es decir, por esa íntima y total transformación y renovación de todo hombre —de todo su sentir, juzgar y disponer— que se lleva a cabo en él a la luz de la santidad A, caridad con Dios, santidad y caridad que, en el Hijo, se nos ha manifestado y comunicado con plenitud». (Pablo VI, 17-2-1966).
3. «El mundo espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración».
Abundando en las mismas ideas sobre la santidad requerida al evangelizador, la Exhortación Apostólica acerca de la evangelización en el mundo moderno nos recuerda:
«Es necesario que nuestro celo evangelizador brote de una verdadera santidad de vida y que, como nos lo sugiere el Concilio Vaticano II, la predicación alimentada por la oración, y sobre todo con el amor a la Eucaristía, redunde en mayor santidad del predicador. El mundo exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiamente, como si estuvieran viendo al Invisible. El mundo exige y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con todos, especialmente para los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, despego de sí mismo y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo. Corre el riesgo de hacerse vana e infecunda». (EN 76).
- ¿Llego a entender que la obra de la evangelización depende sobre todo del Espíritu, más que de mi actividad?
- ¿Me abro cada día a la conversión del corazón y de la mente siguiendo las Máximas de Jesucristo?
- Ofrezco a las gentes que evangelizo el testimonio de una vida sencilla, obediente, humilde, caritativa y de oración?
Oración:
«Oh Señor, no permitas que, queriendo salvar a los otros, tenga la desgracia de perderme; sé tú mismo mi pastor, y no me niegues las gracias que concedes a los demás nor medio de mí y de las funciones de mi ministerio». XI 238).