El señor Vicente visto por su secretario, Luis Robineau. Artículos 276 al 280

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Luis RobineauLeave a Comment

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Author: Luis Robineau, C.M. · Translator: Martín Abaitua, C.M.. · Year of first publication: 1995 · Source: Asociación Feyda.
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276. Hace llevar a una mujer enferma al Hótel-Dieu.

El domingo 30 de agosto de 1654, yendo a la ciudad adonde yo tenía el honor de acompañarle y estando en la calzada, cerca de la puerta falsa, más abajo de nuestra huerta, oyó a una pobre mujer tendida en el suelo, que se quejaba mucho, y entonces hizo detener la carroza y me hizo descender de la carroza, en la cual también iba igualmente un externo llamado Señor Givry, para que viera lo que le pasaba a aque­lla pobre mujer. Hice lo que me dijo, y al acercarme donde ella, quedé admirado, porque también el Señor Vicente había bajado y me se­guía. Y como vi que ella estaba muy enferma y no podía andar, hizo buscar un mozo porteador para llevarla al Hótel-Dieu. Y como no hallamos a ninguno, la hizo subir a la carroza con la intención de llevarla al Hótel-Dieu, aunque no iba en aquella dirección y tuviera que ir hacia la puerta de Saint-Honoré.

Pues bien, después de llevar durante algún tiempo a la mujer en la carroza, como viera el Señor Vicente que no podía sufrir el balanceo de la carroza y los tumbos, creyó que debía bajarla, y así lo hizo llegados que fueron a la puerta de la ciudad en dicha carroza. Y allí, una vez más, hizo buscar a un mozo porteador que la llevara suave­mente. Y habiendo, por fin, hallado uno, me encargó que le pagara por su trabajo en llevarla hasta el Hótel-Dieu; y así lo hice. Y además de eso, me hizo darle dinero por un poco de vino que una persona le había dado a aquella pobre mujer, para que recuperase fuerzas, y le dijo al mozo que se dirigiera de su parte a la Madre del Hótel-Dieu, y que le recomendara a aquella pobre mujer.

Ahora bien, en este acto de Caridad vemos que el Señor Vicente se portó de la misma manera que aquel samaritano a quien Nuestro Señor en persona juzgó que era el prójimo de aquel pobre herido, de quien se habla en el Evangelio, porque esta pobre mujer, estando como estaba tendida en el suelo, pasaron varias personas sin socorrerla; también otras, que se detuvieron junto a ella, lamentándose y compa­deciéndose de sus dolores, pero, no obstante, ninguna de todas ellas se preocupó de hacerla llevar a la hospedería o al Hótel-Dieu. Hizo que le dieran vino para fortificarle el corazón, dio dinero a un mozo de cuerda para que la llevara, e hizo que la recomendaran a la Madre del Hótel-Dieu, que tuviera mucho cuidado con ella. Así, me parece, si Nuestro Señor nos hiciera ahora la misma pregunta que hizo a sus discípulos sobre el pobre herido del Evangelio, le responderíamos: «Señor, nos parece que el Señor Vicente es el prójimo de esa pobre mujer», y que Él nos daría la respuesta que dio a los discípulos.

Notas del P. Dodin:

El Sr. Vicente hace llevar a una mujer enferma al Hótel-Dieu. 30 de agosto de 1654. Episodio omitido por L. Abelly.

277. El Señor Vicente hace subir a dos señoras a su carroza.

En otra ocasión, volvía él de Villepreux, donde tuve el honor de acompañarle, y nos encontramos con dos mujeres burguesas de Pa­rís a una legua, más o menos, al otro lado de Saint-Cloud. Una de ellas le dijo: «Señor, ¿quisiera hacernos la caridad de subirnos a su carroza?». Es de notar que una de ellas estaba cansada y le costaba andar. Y entonces, el Señor Vicente, aunque no las conocía, les hizo subir a la carroza y las hizo poner a las dos junto a una portezuela y a mí junto a la otra, y así las llevó hasta París. Esto sucedió el año 1655, cuando volvía de visitar el R. P. de Gondi, que estaba en Villepreux.

Notas del P. Dodin:

El Sr. Vicente hace subir a dos señoras a su carroza.

Abelly (III.136-137) presenta otros dos ejemplos de la caridad del Sr. Vicente relacionados con los pobres callejeros.

—una pobre ulcerosa, ancianos que no se valían por sí mismos. —enfermos tumbados en la calle.

—un niño herido.

278. El Señor Vicente pone cuidadosamente por escrito las razones en pro y en contra del Hospital General.

Un día de verano hacía mucho calor; era el año 1654 o 1655. Por entonces, se proyectaba la fundación del Hospital General de París. El Señor Vicente, al ir a Villepreux a visitar al R.P. de Gondi, comió en Saint-Cloud en una hospedería. Su humildad me pareció, durante la comida, tan bien como su Caridad para con el prójimo: no solamen­te me hizo ponerme en la mesa con él y me presentaba lo que había de mejor, mas después de la comida quiso que durante media hora charlara con él en plan de recreo. Después de lo cual, me pidió que cogiera la pluma y el papel, y me dictó extensamente las razones por las que a él le parecía que no se debían encerrar a los pobres o, al menos, mientras durase la guerra (hay que señalar aquí que Francia estaba en guerra contra España) y, por otra parte, también las razo­nes contrarias por las que a él le parecía bien encerrarlos, los incon­venientes, que pudieran ocurrir de una u otra forma, los bienes y los males, que sucederían con algunos medios, que podrían usarse enton­ces para el socorro tanto espiritual como corporal de los pobres. Es­tuvimos allí muy cerca de tres horas trabajando en esto, y ésta fue la causa de que llegáramos a Villepreux ya anochecido.

Notas del P. Dodin:

Perplejidad del Sr. Vicente ante el proyecto del Hospital General. Puntos de referencia cronológicos.

1656, abril. Edicto real ordenando la fundación del Hospital Gene­ral de París, para que encierren en él a los pobres mendicantes de la ciudad y de los suburbios de París.

El edicto confía a los Sacerdotes misioneros de San Lázaro la ins­trucción espiritual de los pobres, y concede al Superior de dichos misioneros voz deliberativa en la dirección en lo tocante a lo espiri­tual.

Art. XXIII — Los Sacerdotes misioneros de San Lázaro están en­cargados de la instrucción espiritual de los pobres.

Art. XXIV — Podrán recibir los testamentos de ellos.

Art. XXV — En lo referente a la policía y a la disciplina temporal, estarán bajo la dirección del Hospicio General.

Art. XXVI — El Superior de los misioneros tendrá voz deliberativa en la dirección en lo tocante a lo espiritual.

Desde 1656 por el edicto de creación de este establecimiento el Primer Presidente y el Procurador General , los Primeros Presiden­tes de la Corte de los Impuestos indirectos y de la Cámara de Cuen­tas, el Lugarteniente general de Policía y el Preboste de los Merca­deres habían sido designados como «jefes de la dirección» del Hospi­cio General de acuerdo con sus cargos. El Parlamento debía recibir el juramento de sus Administradores y de su Recaudador general (Cf.Camilo Bloch, Inventaire des volumes de la Collection Joly de Fleury concernat á l’assistance et la mendicité. París, 1908).

1657. 20 de enero. Sesión de la Dirección. Los Sres. Cristóbal du Plessis y Beltrán Drouart les ruegan «que visiten al Sr. Vicente para convenirse con él acerca del gobierno espiritual del Hospital Gene­ral». (Archives de l’Assistance publique, carton 6, dossier 23).

31 de enero. Los dos Directores transmiten el parecer, que pare­ce favorable del Sr. Vicente.

23 de febrero. El Sr. Vicente a Juan Martín (VI.239/235).

«Se está trabajando en la fundación de un gran Hospital para dar de comer, instruir y proporcionar trabajo a todos los pobres mendigos, para que no veamos más a ninguno por la ciudad ni en las iglesias. Es un proyecto muy bien estudiado y que sigue adelante. Quieren inclu­so que la pobre Misión lleve su dirección espiritual; el Rey y el Parla­mento se lo han encargado con el beneplácito del Sr. Arzobispo, IN­CLUSO ANTES DE HABERLO CONSULTADO CON NOSO­TROS; y han ordenado también que sean las Hijas de la Caridad las que se ocupen de esos pobres. ¡Quiera Dios darnos su gracia para este nuevo trabajo, si es su voluntad encomendárnoslo, ya que toda­vía no estamos del todo decididos a hacernos cargo de él!».

Marzo. Carta del Sr. Vicente a una persona de confianza (Abelly,I.XLV,217- reproducido en SV VI.245/240). Manifiesta cada vez más sus reticencias.

«Van a suprimir la mendicidad de París y a reunir a todos los pobres en unos locales apropiados para mantenerlos, instruirlos y darles tra­bajo. Se trata de un gran proyecto y muy difícil, pero que anda ya muy avanzado, gracias a Dios, y aprobado por todo el mundo. Mu­chas personas contribuyen abundantemente con sus limosnas, y otras se ocupan de él de buena gana. Tienen ya diez mil camisas, y lo demás en proporción. El Rey y el Parlamento lo apoyan decidida­mente y, sin hablar conmigo, han destinado ya los Sacerdotes de nuestra Congregación y a las Hijas de la Caridad para el servicio de los pobres con el visto bueno del Sr. Arzobispo de París. Sin embargo, nosotros aún no estamos decididos a comprometernos en esas tareas por no conocer suficientemente si tal es la voluntad de Dios. Pero, si lo emprendemos será, al principio, solamente en plan de prueba».

23 de marzo. El Sr. Vicente, después de haber consultado a su Comunidad, escribe al Sr. Mauroy, Intendente de Finanzas, que no puede hacerse cargo del asunto del Gran Hospital (VI.256/249). «Le he comunicado una vez más a nuestra pequeña Comunidad el asunto del Gran Hospital. Todos están unánimente de acuerdo en que no puede hacerse cargo de todo eso, y me han insistido mucho en que le suplique a usted y, por su medio, a los Sres. Administradores que nos excusen de no poder rendirles este acto de obediencia, tal como de­searíamos hacer en cualquier otra cosa, debido a los muchos favores que les debemos a usted y a todos esos Señores, de los que somos, lo mismo que de usted, sus humildes, etc».

23 de marzo. El Sr. Vicente presenta por eso mil excusas a la Sra. Duquesa de Aiguillon para quien el proyecto del Hospital era muy querido (VI.256/249).

«La Señora Duquesa de Aiguillon conoce muy bien las grandes dificultades, (ya se lo he expuesto varias veces), que siempre ha puesto nuestra Compañía a esa tarea en el Gran Hospital. Ayer me vi con ella con ese objeto, y la encontré, más alejada que nunca de esa idea.

Me insistieron mucho que pidiera a los Sres. Administradores que los excusase de no poder aceptarla. Así lo he hecho esta mañana; le he escrito al Sr. de Mauroy, porque ha sido el último que me ha urgido a que le diera una respuesta concreta, rogándole que presente nuestras excusas a los Sres. Administradores. Lo mismo le ruego también a la Sra. Duquesa, renovándole el ofrecimiento de mi obediencia perpe­tua».

24 de marzo, sábado. Sesión de los Agustinos. Los Directores del Hospital consideran el resultado de una conversación con el Sr. Deán, uno de los Vicarios Generales del Arzobispo de París.

«Ha añadido dicho Sr. Duplessis… que el susodicho Deán le había dicho que el Sr. Vicente había ido a verle; que habría alguna dificultad con el Sr. Vicente, que tenía pocos Obreros, lo cual hacía que sólo se le podían pedir cuatro eclesiásticos, y que por eso, que tendrían que tener bajo ellos otros ocho, y, a tal efecto, dicho Sr. Duplessis ha dicho que había comprometido a dicho Sr. Deán que se las arreglara con el Sr. Vicente».

9 de abril. Vicente envía a los Sres. Administradores la renuncia a todo compromiso (Archives de 1 ‘Assistance publique, Papiers Pinachon, copia hecha antes del saqueo de 1830).

«Nos, Vicente de Paúl, Superior de la Congregación de la Misión, declaramos a los Sres. Administradores del Gran Hospital de esta ciudad de París, que, al enterarnos que habían nombrado a los Sacer­dotes de nuestra Compañía residentes en nuestra Casa de San Lázaro para hacerse cargo de la parte espiritual de los pobres del Gran Hos­pital, nos hemos reunido y sometido a la deliberación varias veces con nuestros Asistentes, y, poco después, con nuestra Comunidad reunida a tal efecto para ver si era conveniente que nuestra Compa­ñía se encargara de la dirección espiritual de los pobres de dicho Gran Hospital, y todos de común acuerdo hemos juzgado que nuestra Compañía no puede comprometerse en ello por los muchos trabajos que tiene y que no le permiten hacerse con más; y hemos querido hacer la presente declaración a los Sres. Administradores, para que se pueda proveer con otros eclesiásticos; y renunciamos a tal efecto a la pretensión que nuestra Compañía pudiera tener, como conse­cuencia del nombramiento indicado».

«En fe de lo cual, Nos y los Sacerdotes de nuestra Comunidad hemos firmado la presente de nuestro puño y letra, y añadido nuestro sello».

«En San Lázaro, 9 de abril de 1657».

«VICENTE DE PAUL, Indigno Superior de la Congregación de la Misión, Portail, Alméras, Berthe, Tholard, Watebled, J. Bécu, E. Boudet, Amiraut Monvoisin, E. Jeandé, Grimal, (Duchesne), Delespinay, Bourdin, Maillard, F. Vuimille, J. Eveillard, y lugar del sello».

11 de abril. Deliberación de los Administradores del Hospital Ge­neral sobre la renuncia, que les sorprendió visiblemente. Búsqueda de un Rector para el servicio espiritual; se fija en la persona de Luis Abelly.

Cf. Délibération B.N. Ms. Joly de Fleury, vol. 1223 f269.

Se habla de los Sres. Blampignon, abad de l’Aumosne… pero está ausente; de los Sres. Adrián Gambart, pero está enfermo y ha con­traído su indiposición en su trabajo de la Misión de la Compasión… Sr. L. Abelly, a quien le habían hablado, y que había manifestado cierta resistencia a comprometerse en la obra, pues tenía en su mente otro gran compromiso, pero como eso todavía no está preparado, espera­ban convencerlo, y para ello usaron del crédito de muchas personas de condición y de piedad…

14 de abril. Deliberación de la dirección del Hospital General con el tema de la visita de Vicente de Paúl y las gracias a él dirigidas a pesar de su renuncia a la Dirección espiritual del Hospital General (B.N. Ms. Joly de Fleury, vol.1223, f`-‘ 74).

18 de abril. Proceso verbal de la Dirección del Hospital General. Visita al Sr. Vicente y a L. Abelly, quien acepta la nueva ocupación que le es confiada. (Cf. B.N. Ms. Joly de Fleury. Vol 1223, f2 74).

24 de abril. Nombramiento de L. Abelly (Bibliothéque historique de la Ville de París, Ms. C.P.4967).

2 de mayo de 1657. Instalación de L. Abelly, Rector del Hospital General en virtud de las Letras de Institución del 24 de abril de 1657. (Cf. B.N. Ms. Joly de Fleury,1223, f’ 87-90).

7 de mayo de 1657. Lista de eclesiásticos que están bajo la direc­ción de L. Abelly dedicados a la asistencia espiritual de los pobres de todas las casas del Hospital General.

Sr. Chauvau, de la diócesis de Avignon.

Sr. Fortin, de la diócesis de Sées.

Sr. Morestier, de la diócesis de París.

Sr. du Cudéras, de la diócesis de Tarentaise.

Sr. Veront, de la diócesis de Bayeux.

Sr. Ruet, de la diócesis de Bayeux.

Sr. Daure, de la diócesis de Die.

Sr. Filhart, de la diócesis de Clermont.

Sr. Corbin, de la diócesis de Avranches.

Sr. Portainer, de la diócesis de Toulon.

Sr. Jourdain, de la diócesis de Orléans.

Sr. Pinchon, de la diócesis de París.

Sr. Cheneviére, de la diócesis de Séez.

Sr. de la Morte, de la ciócesis de Saint-Malo.

Firmado: De Contes.

13 de octubre. L. Abelly presenta definitivamente su dimisión (f2 147, dorso 149).

16 de noviembre. Tomás Regnoust recibe las Letras de Nombra­miento de Rector del Hospital General (P147, verso 149).

279. El Señor Vicente pide al Hermano Robineau su parecer sobre el proyecto del Hospital General.

Durante casi todo el camino me hizo el honor de hablar acerca de la fundación de un gran hospital y de las razones, que había en pro y en contra. También me hizo el honor de preguntarme el parecer sobre dicha cuestión, y luego que se lo dije, me rogó que le dijera las razo­nes que tenía en virtud de las cuales no era conveniente encerrarlos, cuando menos, durante la guerra. Y lo hice del mismo modo.

Notas del P. Dodin:

Pide el parecer del Hermano Robineau.

Cf. Nota del nº 278.

280. El Señor Vicente desea que a los pobres del campo los admitan en el Hospital General.

Me dijo también que una de las cosas que le daba más pena era que se quisiera excluir del hospital a los pobres campesinos, «porque —decía— ¿qué será de esa pobre gente? Hacer un Hospital General, encerrar en él solamente a los pobres de París y abandonar a los campesinos, eso es lo que estoy viendo. París —me decía— es la es­ponja de toda Francia y la que atrae la mayor parte del oro y de la plata de Francia, y esos pobres no tienen entrada en él. ¿Qué será de ellos? Y en particular esa pobre gente de Champaña y de Picardía y de las otras Provincias arruinadas por la guerra?».

He ahí los sentimientos de misericordia y de compasión que sentía el Señor Vicente, y podemos decir lo que Nuestro Señor habría de­seado, ya que vemos que dicho hospital después ha sido fundado para recibir en él a todos los pobres, tanto los del campo, como los de la ciudad, que, o vendrían voluntariamente, o si no, los hallarían como mendigos por las calles de la ciudad de los arrabales de París.

Notas del P. Dodin:

El Sr. Vicente pide la admisión de la pobre gente campesina en el Hospital General de París.

Proyecto no recogido por L. Abelly.

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