«A los jóvenes recomiéndales también que sean sensatos,presentándote en todo como modelo de buena conducta. Cuando enseñes, que se vea tu integridad y seriedad, con un hablar bien fundado e intachable». (Tit 2, 6-8).
«1. Reconociendo la gran importancia de la educación tanto de jóvenes como de adultos, los nuestros asumirán la función docente y educativa donde sea necesario para conseguir el fin de la Congregación.
Ahora bien, tal función ha de realizarse, no sólo en centros educativos de todo tipo, sino en las familias, en los lugares de trabajo, en todo el ámbito social donde los jóvenes y adultos se mueven.
De acuerdo con las circunstancias locales, las escuelas, los colegios y las universidades acojan pobres para contribuir a su promoción. Afirmando, pues, el valor de la educación cristiana, incúlquese en los alumnos el sentido del pobre según el espíritu del Fundador». (E 11).
La educación de los jóvenes no aspirantes al sacerdocio es un ministerio que ha entrado tarde en los quehaceres pastorales de la Congregación de la Misión. Por diversas circunstancias, la Congregación ha ido asumiendo la labor de la enseñanza y ha creado escuelas, colegios y universidades; ha formado a los misioneros para este ministerio. Hoy el Estatuto 11 reconoce que la educación y formación delos jóvenes laicos puede ser un medio de evangelizar a los pobres conforme al fin de la Congregación de la Misión.
1. «Para ser conscientes del don de la fe».
Toda educación debe ser integral, debe tener en cuenta, por tanto, al joven en todos los aspectos: humano, religioso, cultural, social, etc. Se intenta mediante la educación hacer de él un hombre capaz de desarrollar por sí mismo toda la riqueza que lleva consigo. Sin embargo, la Iglesia busca sobre todo el que los jóvenes adquieran la conciencia del don de la fe y de su educación cristiana:
«La educación cristiana no persigue solamente la madurez de la persona humana, sino que mira principalmente a que los bautizados, a medida de que se van introduciendo gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación, se vayan haciendo cada día más conscientes del don de la fe que han recibido: que aprendan, en primer lugar, en la acción litúrgica a adorar a Dios Padre con toda sinceridad de espíritu (Jn 4,23); que se preparen para realizar su propia vida, conforme al hombre nuevo, en la justicia y en la santidad de la verdad (Ef 4,22-24); y que así traten de realizar en si el tipo del varón perfecto, buscando alcanzar esa edad de plenitud que es Cristo (cf. Ef 4,13), y colaboren en el crecimiento del cuerpo místico. Conscientes además de su vocación, acostúmbrense a dar testimonio de la esperanza que poseen (cf. 1 Pe 3,15) y a ayudar a que se realice la configuración cristiana del mundo, en la que los mismos valores naturales, que lleva consigo la consideración total del hombre redimido por Cristo, contribuyan también al bien de la sociedad entera». (GE 2).
2. La importancia de los centros de educación.
La educación puede llevarse a cabo de muchas maneras. Los centros de educación (escuelas, colegios, universidades, etc…) son medios aptos para impartir una educación y formación completas.
«Entre los medios de educación, tiene especial importancia la escuela, que, en virtud de su misión, a la vez cultiva con arduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad de juzgar rectamente, introduce en el patrimonio cultural conquistado por las generaciones anteriores, promueve el sentido de los valores, prepara para la vida profesional y fomenta el trato amistoso entre alumnos de diversa índole y condición, originando así una disposición a comprenderse mutuamente; además se constituye como centro en cuyas fatigas, lo mismo que en sus éxitos, deben participar a una las familias, los profesores, las asociaciones que promuevan la vida cultural, cívica y religiosa, la sociedad civil y la comunidad humana entera…».
«Bella es, por tanto,…la vocación de todos aquellos que… asumen la tarea de educar. Esta vocación exige dotes especiales de inteligencia y espíritu, preparación diligentísima y prontitud siempre dispuesta a la renovación y adaptación». (GE 5).
3. El Misionero educador.
El Misionero vicenciano no debe perder su propia identidad en el ministerio que ejerce. Para ello los centros de educación de la Congregación de la Misión deberán tener las condiciones indicadas en el Estatuto 11; en él se recoge la reflexión de varias Asambleas Generales sobre este tema.
«La evangelización pide actualmente que nos ocupemos de la educación de los jóvenes, especialmente de los campesinos y obreros. Procuraremos, por tanto, promover grupos juveniles y adquirir medios para educar la juventud. Allí donde la educación de los jóvenes en Escuelas, Colegios, Universidades católicas sea una necesidad muy urgente de la Iglesia, la Asamblea General confirma a las Provincias y miembros de la Congregación en el propósito de vivir la vocación vicenciana en ese tipo de trabajo necesario; exige que, según las circunstancias, nuestras Escuelas, escojan y promocionen alumnos pobres; y pide que todas ellas, afirmando el valor de la educación cristiana y dando una formación social, inculquen a los alumnos el sentido del pobre según el espíritu de San Vicente». (AG 74,36).
- Si trabajo en la educación de los jóvenes, ¿procuro que se cumpla lo que establece el Estatuto 11?
- Si trabajo en centros de enseñanza, ¿creo sinceramente que me realizo como misionero vicenciano?
Oración:
«Oh Señor, que has dicho de ti mismo: `Yo soy el camino, la verdad y la vida’ y `el que me sigue no anda en tinieblas’, concede a todos los que has agraciado con la vocación de educadores que, siguiéndote a ti, único Maestro, sepan comunicar a sus alumnos eI amor sincero a tu doctrina y ayudarles a ponerla en práctica. Tú que vives por los siglos de los siglos. Amén».






