CONCLUSIÓN
133. Hemos comenzado esta carta confesando nuestra fe cristiana y la firme esperanza de que algún día llegará la reconciliación universal entre los pueblos.
Somos conscientes de que la paz es don de Dios y al mismo tiempo tarea nuestra, Por el Señor sabemos que la experiencia de Dios y el compromiso con los hombres son inseparables para un cristiano. Desde esa convicción hemos reflexionado sobre la paz en el mundo y en nuestro propio país, con el deseo de que nuestra carta pueda ser «buena noticia» para creyentes y no creyentes, para todos los sedientos de paz y de justicia que hoy lamentan tantas injusticias, violencias, tensiones y conflictos que parecen hacer imposible la verdadera paz.
134. Al intervenir en ejercicio de nuestro ministerio pastoral en estos asuntos tan cercanos a la vida real, no queremos interferirnos en los asuntos que Dios ha dejado a la libertad de los hombres, sino acercar la luz de la revelación divina y el espíritu del Evangelio a la solución practica de problemas tan fundamentales que tanto importan para el bien de nuestros conciudadanos y la colaboración de todos al gran objetivo de la paz internacional.
135. Hacemos una llamada especialmente intensa y calurosa a los jóvenes españoles que buscan con frecuencia ideales nobles en los que volcar la energía y las ilusiones propias de su edad.
136. Al ofreceros estas reflexiones y sugerencias invocamos la asistencia de la Virgen María, Madre de la Paz y de la Esperanza, con cuyo ejemplo e intercesión lograremos ser fieles discípulos de Jesucristo y miembros activos de una Iglesia renovada, constructora del Reino de Dios en el mundo y servidora de la paz y de la fraternidad entre los hombres.
137.Os escribimos llenos de esperanza: la vida acabará imponiéndose a la muerte; la alegría al dolor; la libertad a la opresión, y el amor al odio. Algún día desaparecerá la guerra y la violencia. Algún día reinará del todo y para siempre la paz. Si lo afirmamos así es porque tenemos la promesa de Dios y la realización en Jesucristo, Príncipe de la Paz.1
Plenamente confiados en esta promesa, terminamos recordando las palabras de la Escritura Santa: «Mas la Sabiduría de arriba es primeramente pura; luego, pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Y el fruto de la justicia se siembra en la paz para aquellos que obran la paz».2 «Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros».3 «El que se hace testigo de estas cosas dice: Si, voy a llegar enseguida. Amen. Ven, Señor Jesús. La gracia del Señor Jesús con todos».4