«Cada contendiente se impone en todo una disciplina; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros una que no se marchita». (I Cor 9,25).
«Cada comunidad se esforzará por elaborar su proyecto común según las Constituciones, los Estatutos y las Normas Provinciales. Este proyecto se tendrá presente en la ordenación de la vida y del trabajo, en la celebración de los consejos y en la evaluación periódica de nuestra vida y actividad». (C 27).
Lo que hoy se entiende por Proyecto comunitario no estaba lejos de la mente del Santo Fundador. La Constitución 27, tema de nuestra reflexión, exige su elaboración a cada comunidad, dadas las circunstancias tan diversas de lugar y trabajo en que se mueven los Misioneros. Pero su elaboración serviría de muy poco o nada si llegara a faltar la fidelidad necesaria a los pactos de la comunidad.
1. «En él se encuentra abundantemente la bendición de Dios».
A propósito de los reglamentos escribe San Vicente al padre Portail:
«Honre la prudencia, la previsión, la mansedumbre y la exactitud de nuestro Señor. Obrará bien si hace observar el reglamento, como es debido. En él se encuentra abundantemente la bendición de Dios. El hábito adquirido es un rico tesoro, y lo contrario produce sus inconvenientes. ¿Por qué no nos esforzaremos en esto por Dios, si vemos que la mayoría de la gente observa con toda exactitud el orden que se ha propuesto en el mundo? Los eclesiásticos somos tan amigos de nuestros gustos que sólo marchamos al compás de nuestras inclinaciones. Por el amor de Dios, padre, esforcémonos en superar esta mala sensualidad, que nos hace cautivos de sus caprichos». (I 231).
Poco más tarde, y en la misma línea, escribe al padre Dufour:
«Ya sabe que sin los desórdenes no habría reglamentos; pero nuestras debilidades nos llevan al mal de tantas maneras que corresponde a la prudencia divina y humana oponerles remedios específicos. Por eso, el Antiguo y el Nuevo Testamento están llenos de mandatos, de consejos y de reglas de salvación; por eso, la Iglesia ha dado tantas normas y decretos; por eso, los juriconsultos han establecido leyes para los asuntos civiles. Las reglas que ustedes tienen son Máximas Evangélicas y medios para guardarlas, poco más o menos los mismos que aquí». (III 319).
2. «Algunos se dispensan fácilmente de la prácticas comunes».
El mismo San Vicente sale al paso de la ligereza y facilidad con que algunos se dispensan de los compromisos comunitarios sin razón suficiente. Al conocido padre Portail le escribe de nuevo:
«Fácilmente se dispensan algunos de las prácticas comunes. Conviene inculcar con mucho interés que se observe el orden de la jornada invariablemente y que se practiquen las santas costumbres y normas de la Compañía» (II 486).
3. «La regularidad exterior no bastaría por sí misma».
El Misionero ha de tener presente, ante todo, que Cristo es la Regla de la Misión, y que todas las acciones que de él procedan han de estar animadas por la caridad; sin ésta, poco aprovecharía el orden establecido en el Proyecto comunitario:
«La fidelidad a sus exigencias es la piedra de toque de la autenticidad de la vida religiosa. No lo olvidemos: toda institución humana está asediada por la esclerosis y amenazada por el formalismo. La regularidad exterior no bastaría por sí misma para garantizar el valor de una vida y su íntima coherencia. Por tanto, es necesario reavivar incesantemente las formas exteriores por medio de este impulso interior, sin el cual quedarían convertidas bien pronto en una excesiva carga». (ET 12).
- Cuando la comunidad se propone elaborar el Proyecto común, ¿colaboro con una voluntad clara y firme de ser fiel a él?
- ¿Hago tabla rasa del Proyecto común, alegando que ya son suficientes las Constituciones de la Congregación?
- ¿Procuro animar con la caridad interior el orden de la jornada?
Oración:
Te rogamos, Señor, que inflames nuestros corazones can el Espíritu de tu amor, para que pensemos y obremos según tu voluntad y podamos amarte en los hermanos con sinceridad de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo». (Mro, Votiva para pedir la caridad).