En esta exposición de conceptos que no siguen un orden lógico o temporal hoy vamos a fijarnos en otro concepto que tiene su carta de ciudadanía en la misma manera de estar configurada la biblia.
La llamada lectura creyente de la realidad se inicia en la etapa previa al tiempo fuerte de la misión, aunque debe continuar trabajándose durante todo el proceso de misión. ¿Y en qué consiste? Es un intento de leer la vida con fe; un esfuerzo por interpretarla correctamente; un intento de buscar conjuntamente salidas para mejorar la realidad cotidiana de un lugar.
Es lectura con (no unilateral): ni es de sólo los lugares que reciben la misión ni de sólo los misioneros llegados de fuera. Todos unidos y abiertos al Espíritu que sopla donde quiere. Es ideal una lectura desde varias visiones, porque la unilateralidad siempre acaba siendo peligrosa o negativa. No vale programar sin tener en cuenta al otro, sea este «de dentro» o «de fuera»; (en todos los lugares se dan marginaciones injustas).
Si esta lectura es auténtica será: [1] lectura de la realidad real; [2] también en el Espíritu, desde él; no una lectura meramente sociológica o humanista; [3] será «en comunidad«, no tendenciosa…
Por todas estas razones un texto evangélico que nos sirve de fundamento es el capítulo 24 de Lucas, el de los discípulos de Emaús desde el que, al hilo de las palabras de Jesús, se pueden hacer preguntas como estas: ¿Qué os preocupa en este momento? ¿Cómo es vuestra fe; es una fe resignada o una fe que os da razones para vivir? ¿Quiénes la viven? ¿Tendría Jesús que hacernos algún reproche? ¿Está provocando la celebración de la Eucaristía el compromiso comunitario y el Anuncio gozoso? [….]
Y es que este pasaje de Lucas nos coloca frente a situaciones que de hecho se dan «en el grupo de los cristianos». Algunas de estas situaciones pueden ser: [a] la visión precipitada o la crítica fácil; [b] el pensar que ya estamos convertidos del todo porque nos sabemos el mensaje (de echo hay una inflación de reuniones y hasta actitudes más o menos farisaicas); [c] toda una serie de reacciones a la defensiva, unidas al engaño sobre nuestra realidad personal o comunitaria (la sublimación); [d] el poco dinamismo evangelizador; [e] la rutina celebrativa, de la que tantas veces nos acusan…
Alguien ha escrito que el cristiano consciente debería leer tanto el Evangelio como el periódico y tenemos la sensación de que lo primero se hace bastante más que los segundo. Y desde luego, me da que se hace muy poco por situarnos en el pellejo de los marginados.