Conceptos clave en misiones populares 05: Un estilo de misión – Un estilo de Iglesia

Francisco Javier Fernández ChentoMisiones popularesLeave a Comment

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Author: Luis María Martínez Sanjuan, C.M. .
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comojesusRecordad la invitación prudente de Jesús: al ponerse a construir una casa hay que hacer cálculos. Y todos sabemos que cuando queremos construir una casa o hacer una reforma son necesarios los planos. Por eso, en cualquier plan pastoral una pregunta previa necesaria es: ¿Qué tipo de iglesia o de comunidad queremos y podemos construir?

– ¿Y a qué viene esta pregunta tan tonta? ¿Es que existe más de una Iglesia? Pues desde el catecismo hemos recitado que hay una, santa, católica, apostólica y romana…

– ¡Ay, madre, que aquí me duele! Porque, si existe una sola Iglesia, ¿por qué parece que estamos a la greña? ¿Por qué cuando los misioneros vamos a un lugar nos encontramos con gente que sospecha no sé qué de nosotros?

Pero quizá no es tan absurda la pregunta, pues quien lee el NT con detención se encuentra con que los evangelios nos dan visiones de iglesia distintos; incluso las bienaventuranzas en Mateo y en Lucas no dicen los mismo. Marcos y Juan ni nos las ofrecen. Y Pablo clama, si alguien os predica otro evangelio, no le creáis. ¿Qué pasa aquí? ¿A qué nos podemos atener?

Hagamos estas preguntas de otra forma:

– ¿Quiénes somos más responsables de que no se entienda el evangelio, los de dentro o los de fuera? Dígamelo usted si lo sabe.

Hay que partir, desde luego, de unas coincidencias básicas de Fe. Y luego hacerse preguntas más o menos como las anteriores y las que siguen, para saber cómo van a funcionar las cosas:

¿Cuál es el nivel real y visible de aceptación de Jesús y su evangelio? ¿Quién ordena y manda en la iglesia que queremos construir? ¿El cura, o los seglares, o nadie? No nos extrañemos que haya de todo en la viña del Señor. ¿Y servir? ¿Quién sirve? Y preocuparse por anunciar eficazmente el evangelio, ¿lo hace alguien? En una palabra: Para trabajar juntos necesitamos tener claro ¿qué hacemos, cómo vivimos y cuánto nos queremos… y qué estamos dispuestos a hacer «juntos» y por «los demás»?

Un recuerdo histórico:

Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su habla, ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas ni hablan una lengua extraña ni llevan un género de vida aparte de los demás. Esta doctrina no ha sido inventada gracias al talento y especulación de los hombres curiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza humana, sino que habitan ciudades griegas o bárbaras según le ha correspondido a cada uno, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres, de cada país, dan muestras de una conducta admirable y, según dicen todos, sorprendente.

El Espíritu que nos mueve, como refleja el texto anterior, que no anula las legítimas diferencias, debe ocupar su lugar: el primero. Por otra parte, es obligada una nueva pregunta: ¿estamos convencidos de que vamos construyendo esa iglesia que vivieron estos cristianos –la Iglesia que Jesús quería-?

Y al hilo de todas estas reflexiones podemos hacernos nuevas preguntas: ¿Qué Iglesia somos? ¿Somos una iglesia abierta o una iglesia replegada en nuestros propios grupos? ¿Somos esa iglesia al estilo de la primera que hace que muchos alejados se planteen  si hay algo o a Alguien que ellos adivinan sin poder darle un nombre, que les llama, que les interesa…, un Alguien que puede encender una luz en sus vidas?

Son muchas las preguntas, ¿verdad? ¿Demasiadas?

Muchas o pocas, es necesario saber qué tipo de iglesia queremos construir; que piedras vivas podemos emplear; cuál va a ser la fuerza que mantenga firme la unidad; cuál es «realmente» el fundamento y la meta de todo lo que pretendemos hacer. Es necesario preguntarse también qué podrán decir de nosotros «con verdad y justicia» cuántos nos ven y no creen demasiado en nosotros.

Es de cajón. Quien tiene que hacer los planos de una obra necesita tener claro qué quiere construir y cómo hay que hacerlo.

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