Entre las muchas efemérides que hemos recordado en el Año Jubilar 2000, el día 2 de diciembre, la ciudad lucense ha dedicado un espacio para celebrar los cien años de la llegada de las hermanas al colegio de La Milagrosa, de Lugo. Muchos años de permanencia, donde día a día las Hijas de la Caridad, que han pasado por el Centro, han dado lo mejor de ellas mismas, formando humana y cristianamente a las generaciones que se han ido sucediendo.
En una celebración eucarística, en la parroquia de San Froilán, presidida por el señor obispo, don José Gómez, se hizo manifiesto el afecto, el cariño, el agradecimiento que el pueblo siente por las hermanas. Toda la Comunidad actual estaba acompañada por sor Visitadora y otras hermanas que hicieron historia en el centro, presentes y ausentes, que se unieron en súplica agradecida junto a un gentío que sobrepasó con creces la respuesta esperada.
Cada momento de la Eucaristía, con un alto grado de participación, respondió a los sentimientos de los congregados, unidos sobre todo para la acción de gracias.
De entrada, en la monición, se ponía como intercesora a María, en su advocación de La Milagrosa, que bien se honran en tener como Patrona, y que ha impregnado a todo Lugo de esta devoción tan arraigada, y que una veterana exalumna expresaba, recogiendo el sentir común:
«¡Cuántas veces, Madre, habrás escuchado aquí la súplica: «Oh María…!» Posiblemente la primera vez lo harías en boca de sor Elvira, cuando hace cien años ponía en la entrañable cuna de tu regazo maternal al recién nacido colegio de La Milagrosa.
Desde entonces muchas generaciones hemos repetido la bendita invocación, hecha a veces plegaria, a veces confidencia, grito o… esa invocación que ha recogido ilusión, debilidad, rebeldía, gozo… tantos y tantos sentimientos que sólo tú conoces…
Hoy, cien años después, en esta solemne Eucaristía, pedimos tu mediación maternal para dar gracias a Dios.
¡Gracias por las Hijas de la Caridad que han hecho historia en este colegio, por cada una de ellas, implicadas en la hermosa aventura de «Educar para la vida»!
Que este recuerdo ante ti nos despierte a quienes quizá nos hayamos instalado en la comodidad y la tibieza, que tengamos el coraje suficiente para implicarnos con generosidad en la urgente tarea de construir en el mundo la civilización del amor…»
El señor obispo, que tantas veces ha mostrado su cercanía y afecto manifiesto por nuestras Comunidades y nuestras obras, después de su alusión a la liturgia del comienzo de Adviento, se centró en lo que allí celebrábamos. Merece la pena resaltar algunas de sus palabras:
«En este día, comienzo del Adviento, las Hijas de la Caridad y todos nosotros con ellas, celebramos el centenario de la fundación del colegio de La Milagrosa. La fecha casi coincide con aquella en la que las cuatro primeras hermanas comenzaron aquí, en el antiguo y contiguo edificio, su trabajo caritativo-docente en las escuelas para niñas pobres. Y las Hijas de la Caridad han querido que esta celebración tenga una triple finalidad: recuerdo, agradecimiento y mirada hacia el futuro.
Recuerdo, mirada retrospectiva para descubrir y valorar lo que las generaciones pretéritas, entre luces y sombras, nos han legado. Nuestros logros actuales, no lo podemos olvidar, se apoyan sobre esos cimientos. Con todo, no voy a hacer la historia del colegio, pero sí quiero resaltar, brevemente, alguno de los hitos más importantes del mismo.
El actual colegio de La Milagrosa nace por el celo apostólico de aquel gran obispo de Lugo, don Benito Murúa, y también el amor a los pobres de los superiores y de las cuatro primeras hermanas de las Hijas de la Caridad. Los inicios fueron difíciles y duros. Tarea educativa, totalmente gratuita, a lo largo de toda la jornada y en condiciones muy precarias. El sustento diario, ganado con el trabajo manual nocturno. Aquellas hermanas supieron de privaciones y sacrificios.
Sobre estos sólidos cimientos y no sin dificultades, pero con la confianza en la Divina Providencia y el esfuerzo generoso de otras hermanas que, con el correr de los años fueron sucediéndose, el colegio no sólo se consolidó, sino que se abrió a otra serie de actividades: internado, escuela de párvulos y primaria, obras apostólicas vicencianas como las Damas de la Caridad, Asociación de la Medalla Milagrosa, Juventudes Marianas Vicencianas, catequesis parroquial, etc.
La aplicación de las diversas reformas de la Ley de Educación, primero LODE y luego LOGSE, dieron una nueva y actualizada configuración al colegio. Hijas de la Caridad y profesores seglares unidos, formando un preparado claustro, se han venido esforzando para que los niños y adolescentes tuviesen una educación integral en valores según el ideario de la Escuela Vicenciana.
No es posible contabilizar el número de personas que en estos cien años se han formado en el colegio de La Milagrosa. Todas ellas tienen una gran deuda de gratitud que, sin duda, tratarán de saldar con el reconocimiento agradecido. Una prueba de ello y, como muestra elocuente, ahí esta la hermosa carta de un grupo de antiguas alumnas, publicada hace días en el periódico local. A ellas, aunque silenciosamente, se unirán muchísimas otras, así como tantas y tantas familias y la sociedad lucense.
También yo como obispo y en nombre de todos los diocesanos, quiero agradecer al Señor el inestimable regalo de este centro educativo y, así mismo, manifestar mi profunda gratitud a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y a todas aquellas personas, las de ayer y las de hoy, que con ellas han colaborado para hacer realidad lo que, en una solemne ocasión, les pedía el papa Juan Pablo II: dar el calor de la caridad y poner los ojos y el corazón en los pobres.
Es Adviento. Un tiempo que nos invita a tnirar al porvenir y a realizarlo en el día a día. No podemos dormirnos o anclamos en el presente por muy estable y fecundo que sea. Ni como personas cristianas individuales ni como familia de creyentes. Tampoco la comunidad educativa de La Milagrosa. La fidelidad al estilo educativo Vicenciano, la dedicación y continua actualización pedagógica del claustro, la corresponsabilidad viva y real, de los padres de los alumnos y el esfuerzo motivado de éstos, son la garantía de que el ya centenario colegio de La Milagrosa pueda continuar su andadura, con seguridad y eficacia, y así afrontar los retos que se le presentarán a la enseñanza en el nuevo milenio.
¡Enhorabuena, queridas hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl! ¡Enhorabuena también a todos los que, por múltiples lazos, estáis unidos a esta gran familia que es el colegio de La Milagrosa! Ojalá que esta celebración centenaria, al inicio del Adviento, sea un fuerte y poderoso acicate que os estimule a preparar los caminos del Señor y a manifestarlo con transparencia y valor, a través de vuestras vidas y de vuestra actividad caritativo-docente, a la sociedad del nuevo milenio.
Que Dios os bendiga y la Virgen Milagrosa os proteja y guíe siempre».
Haciendo historia
- Las Hijas de la Caridad vinieron a Lugo para hacerse cargo de la Beneficencia, que comprendía: hospital, asilo y hospicio, reunidos en un solo edificio, situado en la plaza de la Soledad, n.° 6 (hoy Museo Provincial). La iniciativa de esta fundación se debe al presidente de la Junta de Beneficencia, señor Cayón, alcalde de esta ciudad de Lugo.
- Aceptadas todas las condiciones, se firma el contrato en 1879; el 18 de marzo del mismo año vienen de Madrid seis hermanas para hacerse cargo de la Beneficencia.
- El 17 de enero de 1880, la Junta Municipal de Beneficencia, deseosa, no sólo de socorrer las necesidades elementales, sino de mejorar la educación, crea en este establecimiento una escuela de párvulos, para ambos sexos, de tres a cuatro años, en la que permanecían desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche, para familias humildes que no podían atender por su trabajo; para ello vinieron otras dos hermanas.
- En el año 1900, el Excmo. don Benito Murúa, obispo de Lugo, pide a los superiores que se hagan cargo de unas escuelas para niñas pobres, en el edificio adosado a la iglesia de San Juan de Dios (hoy parroquia de San Froilán).
- Por fin fue aceptada la fundación y en octubre del mismo año vinieron las cuatro primeras hermanas: sor Rosa Grao, del colegio de Orense; sor Esperanza Vega, del colegio de Vigo; sor Saturnina, del noviciado de Madrid, y sor Elvira Herrero, del colegio de Santiago.
- Los primeros años fueron transcurriendo entre privaciones y sacrificios, ya que las clases eran totalmente gratuitas; no se recibía ninguna subvención, vivían del trabajo de sus manos, dedicando varias horas después de las clases y casi siempre de noche, al bordado, repujado y otras labores con que iban sacando lo necesario para vivir pobremente, con verdadero espíritu vicenciano. No obstante, vivían felices y contentas, por imitar la pobreza de Nuestro Señor.
- Pasados los primeros tiempos, que fueron como los cimientos, la obra fue desarrollándose, a veces con dificultades, pero sin retroceder, abandonándose a la divina providencia, corno les gustaba repetir a nuestros Santos Fundadores, San Vicente y Santa Luisa.
- Hacia el año 1940 se abre el internado para niñas de pueblos, que venían a estudiar a los centros oficiales: institutos y escuela de Magisterio. En esta época hay escuela de párvulos y primaria.
- A la sombra del colegio nacen otras obras vicencianas, como: Damas de la Caridad (hoy Voluntarias de la Caridad), que ayudan a familias necesitadas; Asociación de la Medalla Milagrosa, que trabajan para imitar a María, propagar su devoción y colaboran con las Voluntarias; Hijas de María (hoy Juventudes Marianas Vicencianas) en período de formación.
- En el año 1973, con la LOGSE, se obtiene del Ministerio de Educación la claskicación definitiva para cuatro unidades de educación infantil (los de cuatro y cinco arios, subvencionados por la Consellería de Educación) y seis grados de educación primaria, con concierto general, también con la Consellería de Educación.
- En estos tiempos, dada la escasez de vocaciones religiosas, colaboran en el centro, profesoras seglares, que actualizan su formación periódicamente, para que nuestras niñas reciban una educación integral en valores, según el ideario de la Escuela Vicenciana.
- La comunidad colabora con la parroquia en la catequesis. Atiende a familias necesitadas.
- En esta sociedad en que nos ha tocado vivir queremos que la obra de San Vicente siga adelante.
- En palabras de Juan Pablo II, eati la Asamblea General a las Hijas de la Caridad, nos dice: «Hoy, como siempre, lo que más necesitan los hombres es el calor de la caridad… ¡Queridas hermanas, no tengáis ojos ni corazón rnás que para los pobres, como San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac».