Balbino Monreal

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

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P. Balbino Monreal

20-12-95

La Laguna

BPZ, Dic. 1995

SiguenzaEl día 20 de diciembre del presente año de 1995, a las seis de la mañana, cuando el sol, que a Cristo representa, iniciaba su amplio recorrido llenando de luz y calor a toda la creación, el P. Balbino Javier Monreal Hualde, confortado por la luz de Cristo y por el calor de su amor, entregaba su espíritu al Señor, y partía de este mundo al Padre. En El descanse en paz gozosamente.

El P. Balbino Javier Monreal había nacido en Labiano (Navarra), Valle de Aranguren, en la calle ancha, que desemboca en la diminuta y bellísima iglesia de la villa, cerca de la basílica de San Pablo y de la Reina Santa Felicia a la que él tanta devoción guardaba, el día 9 de diciembre de 1922, hijo de Florencio y de Prudencia, en una familia numerosa de siete hermanos, cuatro varones y tres mujeres.

Inició su camino al sacerdocio misionero, que llenó toda su vida, en 1933 en Pamplona, lo continuó en Murguía, Limpias, Hortaleza, Cuenca y Perryville en el Estado de Missouri, de los estados Unidos de América.

En este marco de estudios se encuadra su entrada en la Congregación de la Misión en Hortaleza el 9 de septiembre de 1939, sus votos en la Pequeña Compañía el 25 de diciembre de 1941, su ordenación sacerdotal de manos del santo arzobispo Mons. Emilio Lisson y Chaves en la Basílica de La Milagrosa de Madrid el 6 de octubre de 1946.

En 1947, concluidos sus estudios de Teología en Perryville, va a la franco-hispana-anglo New Orleans en el Estado de Loussiana, que caldean las brisas del golfo de México y alegran los aires del más puro jazz, donde se perfecciona en el inglés al mismo tiempo que ejerce con entusiasmo su joven sacerdocio.

En 1948 llegará, como profesor, al Seminario de Nuestra Señora del Rosario de Naga City, en Camarines-Sur, Filipinas, donde al cobijo de Nuestra Señora de la Peña de Francia, salmantina, patrona de la ciudad, pasará diez años en la formación de los seminaristas, en la ayuda en la catedral y al clero diocesano.

Vienen a continuación trece años de intensa labor evangelizadora en la populosa y pastoralmente viva parroquia de San Marcelino, contigua a la casa provincial, en Manila. Será allí coadjutor, primero, y párroco, después, admirado y querido porque él fue siempre acogedor y bueno con todos. Fue allí también donde, requerido, mantuvo una conversación por teléfono con altos oficiales de la Casa Blanca de Wasington en la circunstancia de la trágica muerte del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy en noviembre de 1963. Desde allí continuará con su primer ministerio de formación y ayuda al clero mediante la predicación de Ejercicios Espirituales, retiros y atención en el confesonario.

La última etapa de su vida misionera transcurre en las Islas Afortunadas, -en La Orotava y en La Laguna-, como capellán, profesor de colegio, confesor estimado y buscado del clero, confesor de obispos, del actual Sr. Obispo. Una capellanía lo marcó humana y espiritualmente, la de la Clínica de San Juan de Dios, a la que atendió  durante diez años, y con cuyos Hermanos llegó a tener una profunda amistad.

El P. Balbino Javier Monreal Hualde, «Patica», para los amigos, tenía un carácter y personalidad noble, sin dolo, buena, hasta bonachona, sonriente, con sentido del humor, acogedora siempre. Era en toda ocasión un buen amigo, un buen compañero, un hombre de bien.

En agosto de 1994, fue operado de pancreas, diagnosticándole un tumor maligno en el mismo. Siguió a la operación un largo periodo de bonanza, de buena salud, de vida plenamente normal. Todos estábamos admirados, hasta sorprendidos. Pero en septiembre de este año hizo su aparición la crisis definitiva, que en un proceso de cuatro meses lo ha llevado al desenlace final. El 2 de noviembre ingresó en la clínica de San Juan de Dios, su clínica de San Juan de Dios, en la que a tantos enfermos había consolado y asistido. Allí se desvelaron en atenderlo las seis religiosas de María de la Iglesia, las «Azules», que en la clínica ejercen su ministerio con los enfermos, sus amigos los Hermanos de San Juan de Dios, sus hermanos y hermanas los PP. Paúles e Hijas de la Caridad. Cuando la situación se agravó acudieron a confortarlo con su afecto, presentándose en La Laguna, sus seis hermanos, lo que él agradeció profundamente. Su hermana Sor Clara, Hija de la Caridad de la comunidad del hospital de Tudela permaneció a su lado hasta que el P. Javier entregó su último suspiró al Señor. Recibió varias visitas de Mons. Felipe Fernández, obispo de la diócesis, y de otras muchas personas que lo querían de veras. Aunque vitalmente se iba apagando progresivamente los últimos días, mantuvo la consciencia hasta el final. No tuvo dolores, o, al menos, no tuvo grandes dolores. Pasó de este mundo al Padre el 20 de diciembre a las seis de la mañana con gran paz y serenidad.

La capilla ardiente se instaló con fraternal esmero en la casa de la comunidad de los PP. Paúles de la calle Cabrera Pinto de La Laguna. La misa de funeral se celebró en la iglesia de Ntra. Sra. de los Dolores en la que tantas horas había trabajado pastoralmente el P. Javier a lo largo de sus 16 años de permanencia en La Laguna. Presidió la Eucaristía de funeral el Sr. Obispo de la diócesis, al que acompañaron en el altar 24 concelebrantes, misioneros y sacerdotes diocesanos y religiosos. La iglesia se demostró pequeña para acoger a tantas personas, entre ellas muchas Hijas de la Caridad, que quisieron rendir este último homenaje de afecto y veneración al P. Javier. La inhumación de los restos mortales del P. Javier se hizo en el cementerio de San Luis de La Laguna.

En su pueblo natal, Labiano, y en la iglesia de La Milagrosa de Pamplona se han celebrado sendos funerales por su eterno reposo, los días 24 y 26 respectivamente. En Labiano fueron cinco los concelebrantes, misioneros y sacerdotes diocesanos, y en La Milagrosa 22, 19 misioneros y tres sacerdotes diocesanos. ¡Descanse gozosamente en la paz del Señor el buen P. Balbino Javier Monreal!

Rafael Sáinz

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