Apostolado del saber

Francisco Javier Fernández ChentoFormación VicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Luis Huerga, C.M. · Año publicación original: 2001 · Fuente: Anales.
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Uno puede ser vicenciano de mil modos. Del vicencianismo decía el P. Dodin que es un estilo, mas por estilo hay que entender ahí una configuración integral de la vida. Vicencianamente modelada, la vida selecciona luego, por connaturalidad, los campos de acción. O más bien: hay mil campos de acción que seleccionan, reclaman vidas modeladas a lo vicenciano. He ahí cómo, desde 1911, un grupo de «normalistas» (alumnos de l’École Normale Supírieure, en la parisina rue d’Ulm) va en busca del P. Portal, para hacer de él una especie de capellán adoptivo. Es más, se lee en las relaciones de los normalistas, que Portal blasonaba algo de no haber puesto nunca los pies en aquella École.

Jean Guitton, cuyos lazos de afinidad con el vicencianismo son tantos y tan estrechos, da una vez noticia humorística de la referida École (en su libro, 1988, Un siécle, une vie, pp. 83 ss.). Guitton, pues, refiere cómo, durante el cautiverio nazi, que sufría también Lord Dunboyne, éste quiso saber un día por qué llamaban Normale a l’École. «No habiendo ya en Francia —explica Guitton— nobleza hereditaria, entran en l’École aquellos jóvenes franceses que se estiman convocados a las cumbres». A lo cual responde Lord Duri-boyne, consecuente con su temple británico: «Según eso l’École es ciertamente Superieure, pero en modo alguno Normale».

El mero buen sentido sabe que la superioridad del saber no es un fin para sí misma, sino que ha de servir a sus inferiores. Menos aún lo ignoraba Portal, vicencianamente concientizado. Portal impulsó con gran eficacia este servicio intelectual: hasta Dunboyne habría convenido en que normalizó —cuanto estuvo en mano de él— las diferencias; con una nota particular en la que todos son contestes, la discreción exquisita.

«Su acción», escribía en 1947 un normalista, «consistía menos en dirigir que en proteger…» Portal les decía: «Sed doctos y llevad vida religiosa; eso será un apostolado». Y otro conocedor atestigua que, de entre sus adictos, unos participaban en las Conferencias de San Vicente, otros en los que llega­rían a ser Equipes Sociales.

El apostolado del saber está ahora consagrado vicencianamente en la per­sona de Ozanam, de quien es la siguiente cita: «En la humilde medida de mis fuerzas, continúo trabajando por la alianza de la ciencia y de la fe, de la Igle­sia y de la libertad, cual espero que emerja de las tormentas del siglo XIX». Y citado Ozanam, ¿cómo omitir un eslabón, literalmente genealógico, en la cadena que alcanza a nuestros tiempos? Comenzado julio de 1891, la hija de Ozanam, de casada Madame Laurent Laporte, hacía relación puntual a 011é-Laprune, profesor de filosofía en nuestra Ecole Normale Superieure: Que en el Collége Stanislas… «jamás se había visto un profesor parejo» (a Maurice Blondel). Que encanta. Que hace el bien, por el ejemplo, el celo, la palabra, el consejo, todo lo que él es. Blondel estaba solo supliendo por tres meses al titular.

León Ollé-Laprune (1839-1898) es otro eslabón de aquella cadena. En 1897 sería elegido miembro de la Academia de Ciencias Políticas y Morales. Blondel llama a 011é-Laprune «caro maestro», y 011é-Laprune considera como «hijo» a Blondel, el cual anota con orgullo en su diario (4 de marzo, 1890) la primera vez que 011é-Laprune se dirige a él por su nombre de pila, Maurice. 011é-Laprune figura entre la pléyade de intelectuales que, huéspe­des del P. Fiat y, claro es, del P. Portal, agasajan al ecumenista anglicano Lord Halifax en 95, rue de Sévres, del 27 de febrero al 3 de marzo, 1896. El Dic­tionnaire de Spiritualité, t. VI, c. 782, dice que, paralelamente a como el pen­samiento de Blondel halló el camino libre merced a lo ya escrito por Gratry, Gratry fue asimismo el inspirador de una influyente obra de 011é-Laprune, La Certitude morale.

El P. Gratry (1805-1872) es el restaurador del Oratorio (1852), que, iróni­camente, hará que pida el dimittimus en agosto de 1870 por haber polemizado contra la infalibilidad del papa (un año después se sometería públicamente al decreto Pastor aeternus, y con el cardenalato de su hijo espiritual, A. Perraud, León XIII haría ademán de rehabilitarle). Gratry, pues, había dirigido el Sta­nislas del 41 al 46, y estuvo relacionado con Ozanam, quien enseñaba allí re­tórica Administrador mediocre, cambió el puesto por la capellanía de (¿cómo no?) l’École Normale Supáieure (hasta el 51, cuando tuvo que dimitir, por­que habiendo atacado el hegelianismo del director, Vacherot, éste fue desti­tuido por el ministro Thiers).

Ahora bien, la idea del Oratorio restaurado, tal como Gratry se la había fingido, fue experimentada, a muy otros efectos, en 1901, por el (también oratoriano) P. Laberthonnière. Éste convocó a Portal, pero Portal se comprometió sólo a animar una sección, la dedicada a la unión de las iglesias, con su Revue catholique des Eglises. Hubo luego una Société Gratly, cuyo objeto era separar el pensamiento católico de las adherencias nacionalistas, e ir echando los fundamentos de un orden internacional regulado por el arbitraje. A nombre de esta Société expedía Portal libros, folletos y revistas, con desti-no a un exponente de ella que residía en Petrogrado, Pierre Pascal.

He invocado lazos genealógicos, de afinidad, de adopción: ellos ramifi-can, reticulan el vicencianismo. Pues bien, existe todavía otro título al que deseo apelar: el de cooptación. En efecto, fue por cooptación como, en el ve-rano de 1924, los doctos del R Portal recibieron por aclamación en su gremio a Antoine Martel, que ocuparía la cátedra de ruso en la universidad de Lille. Era de Besancon, donde nació en 1889. En 1920 había salido primero en las pruebas sorbonenses de «agrégation». Especial campo de su estudio fueron los dialectos ucraínos. Becado por la Fundación Thiers, se familiariza con Polonia. Después establece contacto con Portal y da a los normalistas de éste una conferencia sobre las iglesias orientales. Martel llegará a hacerse legatario de la herencia ecuménica portaliana.

De este Martel, cuyos colegas describen como pura y simple donación de sí, se conocen algunos rasgos que resaltan a maravilla lo distintivo del apostolado intelectual. Por temperamento, Martel propendía a la aspereza, a la tensión, a la gravedad; y llamaríamos portalismo al ejercicio, al método que fue cincelando un Martel fraternal y amigable. Murió prematuramente en 1930; pero he aquí una frase suya que nos habla como un lema: «Tengamos —dice— aquel amor que haga eficaces nuestra fe y nuestra esperanza».

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