Aportación del carisma vicenciano a la Misión de la Iglesia (8)

Francisco Javier Fernández ChentoFormación VicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Corpus Juan Delgado, CM · Año publicación original: 2015 · Fuente: Vincencianismo y Vida Consagrada, (XXXIX Semana de Estudios Vicencianos), Editorial CEME, Santa Marta de Tormes, Salamanca, 2015, p. 405-450..
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8.- La Caridad, que anima la Misión. La Misión que se hace Caridad.

En la sinagoga de Nazaret1 y a partir de un texto del profeta Isaías (El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres…), define Jesús su misión dando a las palabras del profeta un valor programático al inicio de su ministerio público. En la escena, que constituirá el lema de la vida de Vicente de Paúl, impresiona la personalización que hace Jesús: sobre mí, me ha ungido, me ha enviado. Otro tanto se puede decir de la fuerza del hoy que pronuncia Jesús al concluir la lectura.

El carisma vicenciano ha explicitado que la vida cristiana es prolongación de la vida y misión del mismo Cristo cuando estuvo en la tierra; y ha actualizado el sentido de la evangelización de los pobres: obrar y enseñar, como Jesucristo, las palabras y obras predichas por los profetas2.

De este modo, el servicio a los pobres y todos los trabajos emprendidos para su promoción y liberación, signos mesiánicos, proféticos,  “son manifestación de la presencia misericordiosa del Padre que en Jesús camina al lado de los pobres y los salva3. Por lo que Vicente de Paúl invitará: «Así pues, hermanos míos, vayamos y ocupémonos con un amor nuevo en el servicio de los pobres, y busquemos incluso a los más pobres y abandonados»4.

Al origen de la Misión, está el Amor, la Caridad. Cristo es un abismo de amor5. Si descubrimos el amor de Jesucristo y nos revestimos de su amor, podremos entregarnos como Él a la salvación de los demás:

Miremos al Hijo de Dios: ¡qué corazón tan caritativo!, ¡qué llama de amor! Jesús míos, dinos, por favor, qué es lo que te ha sacado del cielo para venir a sufrir la maldición de la tierra y todas las persecuciones y tormentos que has recibido. ¡Oh Salvador!, ¡Fuente de amor humillado hasta nosotros y hasta un suplicio infame! ¿Quién ha amado en esto al prójimo más que tú? Viniste a exponerte a todas nuestras miserias, a tomar la forma de pecador, a llevar una vida de sufrimiento y a padecer por nosotros una muerte ignominiosa; ¿hay amor semejante? ¿Quién podría amar de una forma tan supereminente? Sólo nuestro Señor ha podido dejarse arrastrar por el amor a las criaturas hasta dejar el trono de su Padre para venir a tomar un cuerpo sujeto a las debilidades. ¿Y para qué? Para establecer entre nosotros por su ejemplo y su palabra la caridad con el prójimo. Este amor fue el que lo crucificó y el que hizo esta obra admirable de nuestra redención. Hermanos míos, si tuviéramos un poco de ese amor, ¿nos quedaríamos con los brazos cruzados? ¿Dejaríamos morir a todos esos que podríamos asistir? No, la caridad no puede permanecer ociosa, sino que nos mueve a la salvación y al consuelo de los demás»6.

Penetrados de este amor de Jesucristo, podremos “servir a los más miserables, a los más abandonados y a los más hundidos en miserias corporales y espirituales7.

La Misión se hace Caridad porque la verdadera evangelización, en seguimiento de Jesucristo, es proclamación, anuncio, y también servicio, acción transformadora:

Si los sacerdotes se dedican al cuidado de los pobres, ¿no fue también éste el oficio de nuestro Señor y de muchos grandes santos, que no sólo recomendaron el cuidado de los pobres, sino que los consolaron, animaron y cuidaron ellos mismos? ¿No son los pobres los miembros afligidos de nuestro Señor? ¿No son hermanos nuestros? Y si los sacerdotes los abandonan, ¿quién queréis que les asista? De modo que, si hay algunos entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las maneras, nosotros y los demás, si queremos oír esas agradables palabras del soberano Juez de vivos y de muertos: «Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino que os está preparado, porque tuve hambre y me disteis de comer; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me cuidasteis». Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra; es lo más perfecto; y es lo que nuestro Señor practicó y tienen que practicar los que lo representan en la tierra, por su cargo y por su carácter…8.

Caridad-Misión, Misión-Caridad: La Misión brota del Amor; la Caridad pone en marcha y anima constantemente la Misión. La Misión se hace Caridad, se expresa en los signos anunciados por los profetas, los signos del amor9.

Es esta experiencia de Caridad-Misión la que hace que servicio espiritual y corporal no constituyan fines separados en el carisma vicenciano, sino dos aspectos del mismo fin, de la misma misión evangelizadora.

Las Constituciones de la Congregación de la Misión actualizan esta aportación del carisma vicenciano a la Misión de la Iglesia:

Los miembros de la Congregación de la Misión, en seguimiento de Jesucristo, “se dedican a evangelizar a los pobres, sobre todo a los más abandonados” (C. 1. 2.°); “su evangelización, en efecto, es señal de que el Reino de Dios se acerca a la tierra (cfr. Mt 11,5)” (C. 12, 1º).  “La Congregación de la Misión, desde los tiempos del Fundador y por inspiración suya, se reconoce llamada por Dios a llevar a cabo la obra de la evangelización de los pobres. Puede afirmar de sí misma, como la Iglesia toda, pero de un modo peculiar, que la misión de evangelizar constituye su gracia y vocación propia y expresa su verdadera naturaleza (cfr. EN 14). Más aún, todos y cada uno de sus miembros se atreven a decir con Jesús: «Tengo que anunciarles el Reino de Dios, para eso me han enviado» (Lc 4,43)” (C. 10).

La Caridad es la fuente de la Misión. “La caridad de Cristo que se compadece de la muchedumbre (cfr. Mc 8,2) es la fuente de toda nuestra actividad apostólica, y nos impulsa, según la expresión de San Vicente, «a hacer efectivo el Evangelio» (SV XII, 84; E.S. XI, 391).  En las diversas circunstancias de tiempo y lugar, nuestra evangelización de palabra y de obra debe tender a que todos, por la conversión y la celebración de los sacramentos, se adhieran «al Reino, es decir, al mundo nuevo, al nuevo estado de cosas, a la nueva manera de ser, a la nueva forma de vivir, de vivir juntos inaugurada por el Evangelio» (EN 23)” (C. 11).

La Misión se hace Caridad. “Siguiendo a San Vicente que, según la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 30-37), salía al encuentro de los abandonados con soluciones prácticas, las Provincias y cada uno de los misioneros se apresurarán, en la medida de sus fuerzas, a socorrer a los marginados de la sociedad, a las víctimas de calamidades y de cualquier clase de injusticia, así como a los aquejados por las formas de pobreza moral propias de esta época…” (C. 18).

Las Constituciones de las Hijas de la Caridad actualizan igualmente esta aportación del carisma vicenciano a la Misión de la Iglesia:

La Compañía participa en la Misión. “La Compañía participa en la Misión universal de salvación de la Iglesia, según el carisma de sus Fundadores, san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac” (C. 1a).

“Las Hermanas contemplan a Cristo a quien encuentran en el corazón y en la vida de los pobres, donde su gracia no cesa de actuar para santificarlos y salvarlos. Tienen la preocupación primordial de darles a conocer a Dios, de anunciar el Evangelio y hacer presente el Reino” (C. 10a).

La Caridad es la fuente de la Misión. “Del Hijo de Dios aprenden las Hijas de la Caridad que no hay miseria alguna que puedan considerar como extraña a ellas. Cristo interpela continuamente a su Compañía a través de sus hermanos y hermanas que sufren, de los signos de los tiempos, de la Iglesia. Múltiples son las formas de pobreza, múltiples también las formas de servicio, pero uno solo es el amor que Dios infunde en las que ha «llamado y reunido»” (C. 11a).

La Misión se hace Caridad. “Fiel a tal espíritu, la Compañía se mantiene disponible y ágil para responder con creatividad y valentía a las llamadas de la Iglesia y a las urgencias de los pobres, respetando las culturas” (C. 12b).

Misión y Caridad son inseparables. “Con la inquietud constante por la promoción integral de la persona, la Compañía no separa el servicio corporal del servicio espiritual, la obra de humanización de la evangelización. Une servicio y presencia, recordando al Señor que revelaba el Amor del Padre y daba como signos de su misión: «Los ciegos ven, los cojos andan… y se anuncia el Evangelio a los pobres»” (C. 14).

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  1. Lc. 4, 16-21. Me sirvo de mi estudio Dimensión social del jubileo. Cáritas, Pamplona 2000. Cf. también: A. Vanhoye. L’anno giubilare nel vangelo di Luca: TERTIUM MILLENNIUM (1997), 22-25. Cf. también: C.M. Martini. El evangelizador en San Lucas. Ediciones Paulinas, Bogotá 1985. A. George. El evangelio según san Lucas. Verbo Divino, Estella 1976.
  2. SVP XI 391.
  3. P. Jaramillo Rivas. El año del Padre y la pastoral de la caridad: CORINTIOS XIII (1999) 261.
  4. SVP XI 273.
  5. SVP XI 411-412.
  6. SVP XI 555.
  7. SVP XI 770.
  8. SVP XI 393-394.
  9. Pablo VI relacionaba la proclamación del Evangelio y su inculturación e incluía, como parte integrante de la evangelización, la promoción humana y social. Cf. Evangelii Nuntiandi 17-22 y 29-35. El Papa Francisco, citando a Pablo VI (Evangelii Nuntiandi, 17), afirma: “Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios. Pero ninguna definición parcial o fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso muti­larla”. Evangelii Gaudium, 176.

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