- Los POBRES, PROTAGONISTAS, Y NO SÓLO DESTINATARIOS DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA.
Hemos recordado antes que «la salvación de los pobres constituye el centro de la Misión de la Iglesia». Queremos ahora subrayar otra importante aportación del carisma vicenciano: los pobres, protagonistas, y no sólo destinatarios de la Misión de la Iglesia.
- ANOUIH ha dado forma literaria a esta aportación del carisma vicenciano poniendo en labios de Monsieur Vincent la tantas veces reiterada expresión: «sólo con los pobres podré salvar a los pobres».
Las Hijas de la Caridad han sido escogidas por Dios en su mayoría de entre las pobres para servirle en la persona de los pobres:
El espíritu de la Compañía consiste en entregarse a Dios para amar a nuestro Señor y servirle en la persona de los pobres corporal y espiritualmente, en sus casas o en otras partes, para instruir a las jóvenes pobres, a los niños y en general a todos los que la Providencia os envía. Fijaos, mis queridas hermanas, esta Compañía de Hijas de la Caridad se compone en su mayoría de jóvenes pobres. ¡Qué excelente es esa cualidad de jóvenes pobres, pobres en sus vestidos, pobres en su alimento!
Estas jóvenes pobres resultan ser los mejores agentes de evangelización de los pobres:
Sabed. hijas mías, que me he enterado que esas pobres gentes están muy agradecidas a la gracia que Dios les ha hecho y, al ver que van a asistirlos y que esas Hermanas no tienen más interés en ello que el amor de Dios, dicen que se dan cuenta entonces de que Dios es el protector de los pobres. ¡Ved qué hermoso es ayudar a esas pobres gentes a reconocer la bondad de Dios! Pues comprenden perfectamente que es Él el que las mueve a hacer ese servicio. Y entonces conciben elevados sentimientos de piedad y dicen: ‘Dios mío, ahora nos damos cuenta de que es cierto lo que tantas veces hemos oído predicar, que te acuerdas de todos los que necesitan socorro y que no abandonas nunca a una persona que está en peligro, puesto que cuidas de unos pobres miserables que han ofendido tanto a tu bondad’. He sabido, incluso por medio de personas que fueron atendidas por nuestras hermanas, y por medio de otras muchas, que se sentían muy edificados al ver cómo esas Hermanas se preocupaban de visitarles, reconociendo en ello la divina bondad y viéndose obligados a alabarle y darle gracias.
Los pobres no pueden ser destinatarios pasivos de la acción evangelizadora; han de intervenir activamente la medida de sus posibilidades y de sus fuerzas:
No hay que asistir más que aquellos que no puedan trabajar ni buscar su sustento, y que estarían en peligro de morir de hambre si no se les socorre. En efecto, apenas tenga uno fuerzas para trabajar, habrá que comprarle algunos utensilios conformes con su profesión, pero sin darle nada más. Las limosnas no son para los que pueden trabajar… sino para los pobres enfermos, los huérfanos o los ancianos.
Una expresión concreta de este planteamiento la encontramos en la organización del Asilo del Nombre de Jesús. Una persona de buena posición hizo un donativo a san Vicente para una buena obra a su elección. Con este dinero compró una casa llamada del Nombre de Jesús en el barrio de San Lorenzo «para alojar, alimentar y vestir a cuarenta personas de uno y otro sexo, y enseñarles las cosas necesarias para la salvación, tratando de hacerlos vivir en el temor y amor a Dios, como también emplearlos en algún trabajo y así evitar la mendicidad y la ociosidad que son la madre de todos los vicios».
Para la apertura de este Asilo, preparó santa Luisa el proyecto en 1653 y lo puso en marcha con las Hermanas:
… Otro de sus fines es que las personas que se retiren a este lugar se verán ayudadas tanto por las instrucciones que reciban como por el buen empleo que hagan del tiempo, a participar en el mérito de la vida y muerte de Jesucristo para su salvación eterna.
… Siendo el trabajo uno de los mayores bienes que presenta esta obra, es necesario proporcionarles un trabajo útil y que pueda tener salida, como sería: un tejedor de seda o lana, un tejedor de lienzo corriente, otro de sarga; estos oficios, además de poder dar salida a la producción, en parte para uso de la casa y en parte para otros lugares, aunque no requieren muchos pertrechos, ocupan a varias personas. Zapateros o remendones, pueden ser muy útiles. Botoneros, obreros que trabajen el estambre, que lo sepan bien, y preparar el material hasta dejarlo apto para servir. Encajeras, costureras de guantes o de lencería que pueden recibir labor de las lenceras del mercado o de otras, artesanos de alfileres.
Como es necesario tener buen número de obreros que pongan el trabajo en marcha y ayuden a que continúe, no hay que mirar el gasto que haya que hacer tanto para proveer de herramientas o pertrechos como en material, ni arredrarse ante las dificultades para encontrar direcciones y lugares donde comprar a mejor precio y con facilidad: la divina Providencia no nos ha de faltar y la experiencia nos hará dar con las direcciones que nos convengan. Hay que dar por descontado que el primer año reportará muy poca ganancia.
El Asilo funcionó tan bien que de muchos otros lugares pidieron a santa Luisa y san Vicente que se responsabilizaran de organizar establecimientos similares para personas solas, sin hogar, sin recursos».
Al hablar del protagonismo de los pobres en la Misión de la Iglesia, no podemos pasar de largo ante la afirmación vicenciana: «Entre los pobres se encuentra la verdadera religión, una fe viva»’. Ha escrito J. CORERA: «Los pobres son para san Vicente el lugar de la fe: sólo en ellos encuentra a Jesucristo y en Jesucristo al Dios vivo».
Casi al final de su vida, confiesa san Vicente a sus compañeros:
Los pobres nos disputarán algún día el paraíso y nos lo arrebatarán, porque existe una gran diferencia entre su manera de amar a Dios y la nuestra. Su amor se manifiesta en el sufrimiento, en las humillaciones, en el trabajo y en la conformidad con la voluntad de Dios. Y el nuestro, si es que tenemos alguno, ¿en qué se da a conocer?»
Vicente de Paúl (y los miembros de la Familia Vicenciana) ha vivido la experiencia de ser evangelizado por los pobres; a través de ellos ha aprendido el verdadero evangelio, la verdadera fe. No tiene mayor seguridad en su vida que la dedicación a los pobres; y a través de ellos espera su propia salvación definitiva»:
No hay mejor manera de asegurar nuestra felicidad eterna que vivir y morir en el servicio de los pobres».
Citando a PABLO VI, nos recuerda el papa Francisco que «la piedad popular refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer y que hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Y añade: «Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos».
Y es que la Misión llegará a ser verdaderamente universal, cuando los más pobres sean los protagonistas, partícipes de la plena comunión de los bienes del Reino».
Corpus Juan Delgado, cm
Editorial CEME, 2015