Antonio Portail (Primera parte)

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Desconocido · Traductor: Máximo Agustín, C.M.. · Fuente: Noticias de los misioneros.
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I. 1590-1626.

Nacimiento del Sr. Portail.-Primeras relaciones con san Vicente –Juicio de Collet sobre el Sr. Portail –Sus primeras ocupaciones –Reemplaza a san Vicente entre los galeotes –donación del colegio de los Bons Enfants –NI. Portail toma posesión  en nombre de san Vicente –Muerte de la Sra. de Gondi –primeras misiones –cómo se daban –origen de la Congregación de la Misión –aprobación del arzobispo –dos discípulos vienen a unirse a san Vicente  -compromiso contraído por acta notarial –nuevas campañas –sus cualidades.

Antonio Portail nació en Beaucaire, diócesis de Arles en Provenza, el 22 de noviembre de 1590. No sabemos nada de su infancia ni de su juventud. Vino a París, atraído sin duda como tantos otros por la reputación bien merecida que gozaba por entonces la universidad. Desde su llegada hacia 1610, y con sólo 20 años, se había puesto bajo la dirección espiritual de san Vicente. Fue su primer discípulo, como después se convirtió en su primer compañero.

El primer compañero de san Vicente apenas hubo gustado la pureza y elevación de sus máximas, cuando se unió vivamente a él y sola la muerte fu capaz de separarle de él. Tenía muchas relaciones con su padre espiritual, y le imitaba principalmente en su humildad. Hizo tan grandes progresos en esta virtud que, aunque tuviera muchos méritos, hubiera hecho muy buenos estudios en Sorbona, y escribiera perfectamente bien, él no buscaba otra cosa que ser desconocido y despreciado

Humilde como su maestro quien, al llegar a París se había alojado en el hospicio de la Caridad, el Sr. Portal se alojaba en el barrio Saint-Honoré el local adoptado para los galeotes, y que les servía a la vez de hospicio y de prisión.

Iniciado por san Vicente en las obras de caridad, el Sr. Portail, a su ejemplo, se ocupaba por suerte de esta clase de desdichados, entonces tan descuidada. Testigo de los primeros esfuerzos de su maestro entre los galeotes de París, y compañero ordinario de sus visitas, le ayudaba a instruirlos y a consolarlos.

También, cuando, a principios de 1629, san Vicente partió para Marsella, donde le llamaba su título de capellán real de las galeras, dejó en su lugar y plaza al Sr. Antonio Portail. Recientemente elevado al honor del sacerdocio, consagró a los galeotes las primicias de su ministerio; habitaba siempre en medio de ellos, sin cesar de prodigarles sus cuidados más asiduos hasta el día en que debió retirarse al colegio de los Bons-Enfants (6 de marzo de 1624) Pero antes de verle entrar en este colegio, que debía ser la cuna de una nueva familia religiosa, demos un resumen en pocas palabras de las circunstancias que dieron lugar a este fundación.

San Vicente de Paúl, después de su regreso a la casa de Gondi,  (diciembre 1617), no se había ocupado más que en obras caritativas y de misiones en los campos.

Ahora, los frutos de salvación producidos por las primeras misiones de san Vicente dieron a la Sra. de Gondi, que había sido testigo, incluso cooperadora, el pensamiento de extenderla y perpetuarlas.

En 1617, había dispuesto de 16 000 libras para hacer predicar en sus tierras  misiones cada cinco años. San Vicente, encargado por ella de reglar este asunto, se había dirigido a los Padres Jesuitas, a los del Oratorio y demás comunidades religiosas.

Pero la Providencia reservaba esta obra a nuestro santo mismo, pues la Sra. de Gondi se preguntó con razón por qué iba ella a buscar lejos lo que tenía de alguna manera a mano. ¿Qué se necesitaba para la comunidad de sacerdotes que soñaba? ¿No existía ya en aquellos sacerdotes virtuosos amigos de san Vicente, que le ayudaban en sus misiones? Se necesitaba una casa y la aprobación de la autoridad eclesiástica. El conde de Joigny confirmó a la Sra. de Gondi en su idea, y se ofreció a compartir con ella el título de fundador del nuevo instituto. Juan Francisco de Gondi, primer arzobispo de París, hermano del general, se creyó en la obligación de aprobar una fundación de la que su diócesis iba a aprovecharse maravillosamente. Él hizo más, ofreció una casa de la que podía disponer. El arzobispo, el general de las galeras y la condesa de Joigny mantenidas conversaciones sobre los medios de hacer prosperar la obra proyectada, hablaron de ello a san Vicente. Éstas son las propuestas que le formularon:

  1. De recibir el principado (dirección) del colegio de los Bons-Énfants, que le ofrecía el arzobispo, con la dirección de los sacerdotes que allí se retiraron, y de las misiones en las que serían ocupados.
  2. De aceptar la fundación, en nombre de estos mismo sacerdotes.
  3. De escoger él mismo a los que juzgara idóneos para llevar a cabo las intenciones de los fundadores

San Vicente quiso  en primer lugar negarse, pero su humildad debió ceder ante las órdenes del arzobispo; y obedeció.

Decidida una vez la cosa,  fue llevada a cabo en seguida. El 1º de marzo de 1624, Vicente recibía su nombramiento de principal del colegio y al día siguiente daba su poder que firmaba con el título de licenciado en derecho canónico. Por último el 6 del mismo mes, Antonio Portail, su primer discípulo, tomaba en su nombre posesión de la casa

Aunque superior del colegio Bons-Enfants, san Vicente seguía en la familia de Gondi, pero se acercaba el momento en que su libertad le iba a ser devuelta.

Habiendo muerto la Sra. de Gondi el 23 de junio de 1625, y consintiendo el general de las galeras en su partida, san Vicente se retiró a Bons-Enfants, donde encontró a Antonio Portail que había mantenido su lugar a partir de la donación hecha  por el arzobispo de París. Los dos quisieron comenzar pronto la obra de la Misión. Sin dinero para pagar a un guardián del colegio durante su ausencia, entregaron las llaves a un vecino, y se pusieron en camino.

Obligados, según los términos de la fundación, a no pedir nada a nadie, desprovistos de recursos suficientes, redujeron su escaso bagaje a lo mínimo, lo llevaban a hombros y viajaban a pie. Equipados de esta guisa y acompañados de un tercer sacerdote que habían buscado al precio de treinta escudos al año, recorrieron en primer lugar las tierras de la casa de Gondi, luego otras parroquias también, y en particular los alrededores de la capital. Era siempre el grano de mostaza del Evangelio! ¿Quién habría podido presagiar que una compañía, menos numerosa que la de los apóstoles, terminaría por extenderse a tantos lugares? San Vicente era demasiado humilde pare tener el menor presentimiento; y en lo sucesivo, en toda circunstancia, se complacía en recordar estos débiles comienzos para excitar su gratitud, dirigir toda gloria a Dios e inspirar semejantes sentimientos  en el corazón de sus discípulos. En una conferencia tenida más de veinte años después, en San Lázaro, decía: «Íbamos buena y sencillamente, enviados por nuestros señores los obispos, a evangelizar a los pobres, como lo había hecho Nuestro Señor. Eso es lo que hacíamos, y Dios hacía por su parte lo que había previsto de toda la eternidad. Él dio la bendición a nuestros trabajos; viendo lo cual, otros buenos eclesiásticos se unieron a nosotros y pidieron estar con nosotros, no todos a la ves, sino en diversos tiempos. Oh Salvador, quién lo hubiera creído nunca que eso se convertiría en lo que es hoy? Quien me lo hubiera dicho entonces, yo le habría dicho que se burlaba de mí. Y sin embargo es así como Dios quería dar comienzo a la Compañía. Bueno, ¿llamáis humano aquello en lo que ningún hombre había pensado? pues ni yo ni el pobre Sr. Portail pensábamos en ello, ay, qué lejos estábamos de hacerlo.»

Algunos meses después, Francisco DUCOUDRAY y Juan de La SALLE, los dos originarios de Picardía, vinieron a ofrecerse a san Vicente para vivir y trabajar bajo su dirección. El santo fundador creyó tener que tomar ya precauciones contra la debilidad y al inconstancia humana; y para unir  al Instituto a estos tres primeros miembros, redactó con ellos un acta en la que se dice que sobre la facultad que le otorga el acta de fundación  aprobada por el arzobispo de París de elegir a tales eclesiásticos que él encuentre aptos para la obra de la misión, tras experiencia suficiente, , «él escoge, elige, agrega y asocia a du Coudray, Portail y de la Salle» para vivir en Congregación o cofradía empleándose en la salvación del pobre pueblo de los campos según las peticiones que le han hecho y el compromiso que han tomado de observar las condiciones del acta de fundación y de someterse a los reglamentos que se trazarán y de obedecerle a él y a sus sucesores».

Esta acta en pergamino, conservada preciosamente en los archivos de San Läzaro, como la verdadera acta de nacimiento de la Congregación de la Misión, está firmada por san Vicente y sus tres primeros compañeros. Fue pasada ante dos notarios del Châtelet el 4 de setiembre de 1626. Éste es su tenor:

«Nos, Vicente de Paúl, sacerdote y director del colegio de Bons-Enfants, fundado en París, , junto a la puerta de Saint-Victor, damos fe a todo el que le interese que, según la fundación hecha por Monseñor Felipe Manuel de Gondi, conde de Joigny, general de las galeras de Francia y de la difunta señora Francisca Margarita de Silly, baronesa de Montimirail y de otros lugares, su esposa; para mantenimiento de algunos eclesiásticos que se alían y juntan para emplearse a modo de misión en catequizar, predicar y ayudar a hacer la confesión  general al pobre pueblo de los campos, según se expresa por el contrato de fundación pasado ante Jean du Puis y Nicolas le Boucher, notarios y guarda sellos del rey en el Châtelet de Paris el diecisiete de abril de mil seiscientos veinticinco. Dicha fundación aprobada y autorizada por Monseñor el ilustrísimo y reverendísimo Juan Francisco de Gondi, arzobispo de París del veinticuatro de dicho mes mil seiscientos veintiséis por el cual contrato se nos concede poder hacer elección de tales eclesiásticos  que encontremos idóneos para el empleo de esta buena obra. Nos, en virtud de todo lo dicho, después de hacer pruebas un tiempo bastante notable de la virtud y suficiencia de Francisco du Coudray, sacerdote de la diócesis de Amiens, del Sr. Antonio Portail, sacerdote de la diócesis de Arles y del Sr. Jean de la Salle también sacerdote de dicha diócesis de Amiens; hemos elegido a éstos, escogido agregados y asociados; escogemos, elegimos,  agregamos y asociamos a no y a dicha obra, para vivir juntos a modo de congregación, en la dicha fundación. Todo según el deseo de dichos du Coudray, Portail y de la Salle, nos han hecho con promesa de observar dicha fundación y el reglamento particular que según éste será redactado y de obedecer tanto a nosotros como a nuestros sucesores, superiores, como estando bajo nuestra dirección, conducta y jurisdicción. Lo que nosotros ya citados, du Coudray, Portail y de la Salle convenimos, prometemos y nos sometemos a guardar inviolablemente.

En fe de lo cual hemos firmado recíprocamente la presente de nuestro puño y presentado a los notarios. Dado en París en el colegio Bons-Enfants este cuatro de setiembre de mil seiscientos veintiséis». VICENTE DE PAÚL, F. DU COUDRAY; A. PORTAIL , J. DE LA SALLE.

Cuatro misioneros era bien poco para los pueblos del campo entonces tan abandonados. A la vista de una mies tan abundante, los primeros llamados pidieron más obreros al padre de familia, y su providencia les envió a cuatro nuevos sacerdotes: fueron Jean Bécu, de la diócesis de Amiens, Antoine Lucas, de París, Jean Brunet, de la diócesis de Clermont y Jean d`Horgny, de la diócesis de Noyon. Ya tenemos con san Vicente que era la piedra angular a las siete piedras fundamentales o a las siete columnas del nuevo edificio. Estos siete sacerdotes casi todos doctores en teología o educados en la escuela de Sorbona, eran menos distinguidos todavía por sus talentos y su ciencia, que por su espíritu apostólico.

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