Animación de la formación

Francisco Javier Fernández ChentoFormación CristianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: José Luis Cortázar, C.M. · Año publicación original: 1998 · Fuente: Encuentro de la Familia VIcenciana.
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1. Introducción

Cuando se me encomendó presentar esta Comunicación se me dijo que lo hiciera desde mi experiencia pastoral en el campo de la Familia Vicenciana. Lo voy a intentar. Quiero empezar afir­mando que considero una gracia muy grande el haber podido trabajar como Consiliario o Asesor o simplemente como Paúl en las distintas ramas de la Familia Vicenciana, a lo largo de mi vida.

En mi Comunicación voy a intentar exponer algunos puntos referentes a la formación de los laicos en general y, en particular, del laicado vicenciano. Para ello voy a utilizar los textos comu­nes de la Iglesia y los textos propios de la Con­gregación de la Misión y de la Familia Vicenciana.

2. Importancia de la formación a la luz de la doctrina de la Iglesia

En los últimos diez años la Iglesia ha dado una gran importancia a la formación, sobre todo, a partir del Sínodo de los Obispos sobre la vocación y misión de los laicos (1987). Recordemos algu­nos textos más significativos. «La formación no es un privilegio de algunos, sino un derecho y un deber de todos» (ChL, 63) «La formación de los laicos se ha de colocar entre las prioridades de la diócesis, y se ha de incluir en los programas de acción pastoral, de modo que todos los esfuerzos (de Sacerdotes, Laicos y Religiosos) concurran a este fin» (ChL, 57).

3. La formación de los laicos en las Constitu­ciones de la C.M.

Conviene recordar y tomar conciencia del cam­bio constitucional que en este punto se ha dado. En la formulación del fin de la Congregación, al señalar los campos donde este fin se debe llevar a cabo, se ha dado un cambio considerable y sig­nificativo como es poner la formación de los laicos junto a la formación de los clérigos. Dice el texto: «Ayudan en su formación a clérigos y laicos y los llevan a una participación más plena en la evan­gelización de los pobres» (C. 1. 3). Y en otro lugar se dice: «Aplíquense a la promoción y preparación conveniente de los laicos, incluso para los minis­terios pastorales necesarios en la comunidad cris­tiana. Enseñen finalmente a clérigos y laicos a tra­bajar en equipo y a ayudarse mutuamente en el proceso de formación de la comunidad cristiana» (C. 15).

4. La formación del laicado vicenciano en los Estatutos de la C.M.

No considero necesario recordar el compromi­so histórico que tenemos con los movimientos lai­cales vicencianos, porque lo doy por conocido. En los Estatutos de la C .M. se dice: «Los Misio­neros tendrán especial cuidado de las Asociacio­nes de laicos fundadas por san Vicente o que dimanan de su espíritu, pues como tales tienen derecho a que las asistamos y fomentemos. Si bien todos los Misioneros deben estar prepara­dos para prestar dichos servicios, es necesario, sin embargo, que haya algunos más versados en este cometido. Procúrese que esta animación tenga una dimensión espiritual, eclesial, social y cívica» ( E. 7, 1-2-3).

Durante la apertura de la Asamblea General de 1986, el Superior General, en su exposición sobre el estado de la C.M., después de haber hablado sobre las Misiones y Formación del Clero, agregó: «Los movimientos laicos vicencianos siguen diri­giéndose a la Congregación para buscar ayuda y apoyo… Baste ahora hacer tres preguntas:

  1. ¿Hace lo bastante la Congregación, espe­cialmente en sus parroquias, por fomentar Movi­mientos específicamente vicencianos?
  2. En sus Movimientos vicencianos, la Con­gregación ¿ avanza hacia la juventud o más bien se aparta de la misma?
  3. ¿No hemos adoptado demasiado apresu­radamente nuevos Movimientos en la Iglesia y dedicado nuestras energías a ellos en vez de aceptar el reto de revitalizar Movimientos de inspi­ración vicenciana orientados hacia la evangeliza­ción de los pobres?» (Cfr. C 1 y E 7).

Estas palabras del Superior General siguen siendo una interpelación para los miembros de la CM.

5. Necesidad de la formación

Siempre se ha visto en la Iglesia la necesidad de una formación básica y organizada, porque el cristiano debe ser luz del mundo, sal de la tierra, fermento en la masa, etc. Por eso Jesucristo dedi­có mucho tiempo a la formación de los Apóstoles y san Vicente de Paúl se reunía periódicamente con los Misioneros, con las Hijas de la Caridad y con las Voluntarias. Algo parecido podemos afir­mar del reciente Beato, Federico Ozanam, Profe­sor de la Sorbona y Maestro de vida espiritual a través de sus conferencias y escritos, sobre todo sus cartas.

«El apostolado solamente puede conseguir su plena eficacia con una formación multiforme y completa» (AA., 28).

La necesidad de formación la expresan nues­tros Obispos con las siguientes palabras: «La Igle­sia en España se encuentra con numerosos cató­licos no practicantes y con muchos practicantes sin dinamismo evangelizador. Dicho de otro modo: Son muchos los bautizados insuficientemente evangelizados» (CLIM, 134 y 135).

«Esta preocupación se hace verdaderamente inquietante cuando constatamos la influencia de la crisis moral de la sociedad en los católicos, lo irrele­vante de su presencia en la vida pública, el divorcio entre su fe y su vida, la falta de formación» (La ver­dad os hará libres, 30).

6. Medios de formación

El Papa Juan Pablo II ha dedicado todo el capí­tulo quinto de la Exhortación «Christifideles Laici» a este tema. En él se nos dice que la formación es obra de toda la vida y que debe hacerse a estos tres niveles: humano, cristiano y específico o pro­pio. Inspirado en dicho capítulo sugiero los siguientes medios de formación:

a) Las pequeñas Comunidades eclesiales o grupos de base pueden ser una notable ayuda en la formación de los cristianos. De ahí la importan­cia que tienen las reuniones periódicas de cada Asociación, en las que conviene que haya tres partes: la espiritual, la formativa y la informativa.

b) La formación de formadores o dirigentes poniendo cuanto antes en funcionamiento los cur­sos oportunos o escuelas para tal fin.

c) Una biblioteca en cada centro , en la que no debe faltar la Biblia, ni los Documentos principales de los Papas y de los Obispos españo­les. Así mismo es recomendable la vida y escri­tos de san Vicente de Paúl, de santa Luisa de Marillac y del Beato Federico Ozanam. Ni que decir tiene que en cada biblioteca deben estar los Estatutos y libros propios de formación de cada Asociación.

d) La lectura personal o autoformación, es imprescindible.

e) La formación mediante la acción: El trato directo con los pobres, los enfermos es muy importante. «Los pobres nos evangelizan», dice san Vicente de Paúl.

7. Nueva era de los Movimientos y Asociaciones de apostolado seglar

La crisis que vivimos intensamente después del Concilio Vaticano II se va remontando lenta­mente. Los momentos actuales son de mayor serenidad y, por lo tanto, más apropiados para la reflexión y la revitalización de las Asociaciones. En la actualidad hay claros indicios de que en la Igle­sia universal y en la Iglesia española se están dando pasos importantes y encaminados a im­pulsar, con renovado vigor, el apostolado seglar. La exhortación apostólica «Christifideles Laici» de Juan Pablo II (30-XII-1988), el Documento de la Conferencia episcopal española «Cristianos Lai­cos, Iglesia en el mundo» (CLIM) (18-23-XI-1991) y la «Guia-Marco de formación de Laicos», de la Comisión episcopal de Apostolado seglar (CEAS) (19-V-1996) son documentos que estimulan la for­mación e invitan a todos a trabajar en la viña del Señor. En esta hora histórica y ante la llegada inminente del tercer milenio «a nadie le es lícito permanecer ocioso» (Mt 20).

El futuro que esperamos no será espectacular, como pudo serlo en otros tiempos, tan distintos de los nuestros, sino sencillo y humilde, pero con la fuerza de la sal y del fermento, o como el grano de mostaza. Tengamos confianza en los grupos redu­cidos, pero bien formados y comprometidos para animar a los demás.

8. Renovación y actualización de las Asocia­ciones laicales vicencianas

Me da la impresión de que en los últimos lustros se ha realizado un esfuerzo notable por renovar y actualizar las Asociaciones laicales vicencianas. No, voy a hacer mención de todas las actividades que se han realizado y se realizan en la actualidad, porque muchas de ellas ya son conocidas y por la falta de tiempo. Nada más voy a exponer algunos ejemplos como «signos» de este deseo de renova­ción. Los datos que expongo a continuación están tomados, en parte, de la Conferencia que pronun­ció el P. José Maria Román en Santiago de Com­postela, titulada «La Familia vicenciana, una reno­vación incesante».

a) Asociación de Caridad de San Vicente de Paúl

Empezaré por la más antigua de las Asociacio­nes: las Voluntarias de la Caridad. El primer signo de renovación fué el cambio de nombre de «Damas» por «Voluntarias». El nombre no hace la institución como el hábito no hace al monje, pero no cabe duda de que ilustra sobre lo que la insti­tución piensa de sí misma, lo que quiere ser y se propone.

Más tarde el Superior General de la CM renun­ció al papel de dirección ejercido desde los oríge­nes y traspasó este poder a los seglares. Era un paso decidido por el camino de la autonomía de los seglares en la Iglesia. Como símbolo de la nueva era de la Asociación Internacional de Cari­dades (AIC) se trasladó el Secretariado de París a Bruselas. En 1977 se hizo una Declaración de principios que fue el inicio del Documento de base titulado «Contra las pobrezas actuar juntos».

En España acabamos de publicar un plan de formación titulado «Voluntariado social vicenciano», que contiene tres grandes bloques:

Voluntariado, Doctrina social y Vicencianismo.

b) Sociedad de San Vicente de Paúl

La Sociedad de San Vicente de Paúl tanto a nivel internacional como nacional ha puesto en marcha proyectos y programas de formación y renovación. En 1973 llevó a cabo una remodela­ción total del antiguo reglamento, que, tras un período de prueba de cerca de diez años, fué aprobado en la Asamblea General celebrada en Dublín. Entre los cambios dignos de destacar es la admisión de mujeres en la Sociedad, con lo que quedaba abierto el camino a la fusión de las ramas masculina y femenina de las Conferencias. Se dejaba al arbitrio de los diversos consejos nacionales realizar o no la fusión. Poco a poco ésta ha ido produciéndose en casi todos los paí­ses, entre ellos España.

En el pleno nacional celebrado en España el año 1988 se aprueba el «Plan general de revitali­zación» y se publica el libro «Seglares cara al siglo XXI», en el que se dan una serie de orientaciones y se marca el nuevo talante con que la Sociedad debe afrontar los retos de nuestro tiempo. Algunas de esas realizaciones, como el CEYFO (Centro de estudios y formación Ozanam) han probado ya la eficacia a lo largo de varios años de experiencia.

c) Juventudes Marianas Vicencianas (JMV)

La renovación experimentada por los Hijos e Hijas de María no ha sido menor. También aquí se empezó por el cambio de nombre. Tras un perio­do intermedio de experimentación en que se ensayaron diversas denominaciones se asumió provisionalmente el titulo de EMAS (Equipos Marianos de Apostolado Seglar) y se adoptó des­pués el de Juventudes Marianas Vicencianas.

El cambio de nombre supuso la supresión de la antigua distinción entre Hijos e Hijas de María para formar una sola Asociación a la que pueden pertenecer chicos y chicas.

Pero lo más importante ha sido el reforzamiento del compromiso caritativo-social de la Asociación. El haber introducido el adjetivo «vicenciano» obe­dece precisamente al deseo de subrayar ese com­promiso.

Las numerosas publicaciones del Secretariado Nacional de J.M.V. sobre sus planes de formación para las diversas etapas con el titulo genérico de «Un proyecto de Catequesis juvenil en línea Cate­cumenal», juntamente con la Escuela de Catequis­tas y los Encuentros de Benagalbón, son signos claros del esfuerzo realizado por la renovación de dicha Asociación.

d) Asociación de la Medalla Milagrosa

También la Asociación de la Medalla Milagrosa ha emprendido animosamente el camino de su puesta al día. En España, sobre todo, la edición en 1986 de nuevos Estatutos ha abierto el cauce a una profunda renovación. De una parte, se han reforzado las estructuras jurídicas, y de otra, se ha potenciado la proyección apostólica y social de la Asociación. Se ha incrementado también la parte formativa con las «Catequesis de adultos» que han publicado. El Congreso nacional de la Asociación, celebrado en el Escorial, abril de 1994, con el títu­lo «Un nuevo rostro», representa una contribución de gran importancia para la renovación de las mentalidades y la difusión de las ideas fuerza que deben animar a los Asociados.

9. Conciencia de pertenencia a la Familia Vicenciana

Desde hace unos años estamos tomando con­ciencia de que formamos una Familia todos aque­llos que, de una manera o de otra, tienen a san Vicente de Paúl como fundador o se han inspirado en él. Hay hechos que no son fáciles de explicar y éste es uno de ellos. El Superior General de la C.M. y de las Hijas de la Caridad, P. Maloney, nos está invitando con su palabra y con su ejemplo a la unión y colaboración entre las distintas ramas de la Familia Vicenciana, conservando la propia identidad.

El hecho de que la próxima Asamblea General de la C.M. tenga como tema principal» La Familia vicenciana en el mundo y los desafíos de la Misión en el tercer Milenio» es un motivo más de espe­ranza para la unión y colaboración en todos los campos y también en el de la formación.

Me ha llamado poderosamente la atención que, en la Exhortación postsinodal de Juan Pablo II, titulada «Vita consecrata» del 25 de marzo de 1996, hable de las posibilidades nuevas de cola­boración y de influencia mutuas entre laicos y miembros de vida consagrada. Dice así: «Debido a las nuevas situaciones, no pocos Institutos han llegado a la convicción de que sus carismas pue­den ser compartidos con los laicos. Estos son invitados a participar de manera más intensa en la espiritualidad y en la misión del Instituto mismo» (VC, 56).

10. Sugerencias para el futuro

Como fruto práctico de esta Comunicación me permito sugerir dos conclusiones, que tienen rela­ción con el tema de la animación de la formación y, que fueron aprobadas en el primer Congreso de Laicos vicencianos, celebrado en Madrid el año 1988. Son las siguientes:

  1. Continuar la labor iniciada por la Comisión coordinadora de la Familia vicenciana en orden a proponer fórmulas que permitan la colaboración mutua en campos tales como la formación con­junta de los miembros, la elaboración de proyec­tos comunes, etc.
  2. Estudiar la posibilidad de publicar una revista, de alto nivel, que sea recibida por todos los miembros de todas las ramas de la Familia vicenciana, con artículos de fondo, información de realizaciones, planes propios de cada Asociación, acciones coordinadoras, etc.

Después de nueve años se constata que el deseo de crear la Comisión coordinadora de la Familia Vicenciana no ha prosperado. Ojalá que la semilla lanzada en dicho Congreso esté aun viva y dé fruto un día no lejano.

Conclusión

El potencial de la Familia Vicenciana es enorme. Somos cerca de dos millones, sin con­tar numerosas Comunidades de Hermanos(as) y Sacerdotes que comparten el mismo carisma vicenciano. Merece la pena que nos pregunte­mos: ¿Sabemos lo que todos unidos, coordinados, sin perder la identidad propia, podemos hacer para servir mejor a los pobres? Es un reto que tenemos todos los vicencianos y, en especial, los miembros de la C.M., que debemos animar es­piritualmente y proporcionar una formación lo más completa posible a toda la Familia Vicen­ciana. Aprovechemos este tiempo de gracia y de esperanza.

Bibliografía

  1. Decreto sobre el apostolado seglar «Apostóli­cam actuositatem»(AA).
  2. Sínodo de los Obispos sobre la vocación y misión de los Laicos (1987).
  3. Christifideles Laici, Juan Pablo II, (1988).
  4. Cristianos Laicos, Iglesia en el mundo, (CLIM). Conferencia episcopal, (1991).
  5. Guía-Marco de formación de Laicos, CEAS, (1996).
  6. Renacimiento del Laicado vicenciano (1988).

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