English
Roma1
15 de mayo de 1815
Querido hermano,
Para que no puedas tener razón alguna de quejarte por mi silencio epistolar, me siento ahora inspirado para satisfacer este deber, ya que tengo algo de tiempo libre. También me han motivado a escribirte las noticias tuyas que recibí justo ayer. Venía del refectorio con el Sr. Giovanni Pinelli, de Demonte, que está aquí en nuestra casa para unas semanas, a causa de cierto problema. Las noticias [en tu carta] me molestaron por un momento, pero fui consolado por partida doble: por la curación obtenida, así como por su comportamiento prudente y cristiano con el envenenador inocente. Ya me di cuenta de lo que había sucedido. Gracias eternas sean dadas por esto, al Supremo Dador de todo bien. Me colma, en particular, con su gracia a manos llenas, y en tal abundancia que, siendo yo tan indigno, me da vergüenza sólo en pensar en ello.
Anteayer regresé de una preocupante y agotadora misión de ocho días2, durante la cual enfermé una noche. Pero he mejorado rápidamente, tanto es así que hace muchos años que no disfruto de tan buena salud.
Quería enviarte algunos libros que imprimí el año pasado, pero no he tenido oportunidad. Te enviaré algunos cuando tenga la oportunidad3.
Los rumores políticos no nos han molestado ni nos asustan, podríamos decir, pues ya los habíamos previsto; de hecho, sería solamente una nube oscura e inerte que pasa. En consecuencia, esperamos en breve el regreso de nuestro pontífice supremo y soberano [Pío VII] a su sede4. Debido a que el anterior rey de Nápoles, Joachim Murat5, ocupó las Marcas de Ancona, el Sr. Giovanni Pinelli fue incapaz de evitar nuevos problemas al regresar a su granja, donde tenía su patrimonio. Al tener que permanecer en Roma para ver el resultado de estos asuntos, se dio cuenta de que casi se había consumido los ahorros que trajo con él de allí. En consecuencia, no tendrá lo suficiente como para hacer el largo viaje de 300 millas de regreso a casa. Puesto que desea actuar éticamente con Pietro, su hermano —por favor manifiéstale mis mejores deseos—, recomiendo encarecidamente que lo convenzas de proporcionar a Giovanni algún tipo de asistencia financiera útil, treinta o cuarenta escudos, mientras que él o bien vuelve a su granja o encuentra alguna ayuda oportuna y confiable en otro lugar. Ni por un momento dudo que prometerás tu ayuda y que [Pietro] estará de acuerdo en asistir la necesidad apremiante de su hermano. Su conducta hará esto muy meritorio.
El Sr. Giovanni me ha expresado tantas cosas buenas acerca de su hijo Gioannino, mi sobrino que nunca he visto, que casi me indujo a visitarlo. Por favor, darle un abrazo de mi parte, pero con la condición de que su madre no le dé demasiados. De lo contrario, podrías lamentarlo con el paso del tiempo. Recuerda lo que el Espíritu Santo aconseja en Eclesiástico 7, 23: Filii tibi sunt? Erudi illos, et curva illos a pueritia illorum [«¿Tienes hijos? Adoctrínalos, doblega su cerviz desde su juventud.»], y en otro lugar: qui parcit virga odit filium suum [«Quien escatima la vara, odia a su hijo, quien le tiene amor, le castiga.»]6.
Hubiera escrito a nuestro buen padre pero, ya que tú habrías respondido por él, sentí que debería escribirte a ti directamente, ya que está acostumbrado a este procedimiento. Por favor, muéstrale mi respeto y afecto lo mejor que puedas. Igualmente a nuestra buena madre. Ella realmente merece ese título, por el amor que siempre nos ha mostrado. No podríamos haber esperado algo mejor si nos hubiera dado a luz7.
Saludos a tu mujer, al querido hermano Giuseppe y a toda su familia, a nuestro tío y a todas nuestras tías, a nuestra hermana Margherita cuando la veas. Por favor, da los mismos saludoas a todos los buenos caballeros de nuestra región que me recuerdan. No sé si Giriodi, tu cuñado y mi cohermano, ya ha partido de Piacenza, pues recientemente le he escrito en nombre de nuestro vicario general8. Si aún no lo ha hecho, por favor ínstalo también, ya que el nuevo superior, a quien conoce muy bien, el Padre [Carlo Saverio] De retris, le espera ansiosamente allá. Ya se ha quejado por carta de que no ha llegado.
Constantemente suplico al Señor que, si no tuviera la suerte de ver a mi familia de nuevo aquí en la tierra, me conceda la gracia de alegrarme eternamente de su compañía en el cielo. Estoy convencido de la vanidad de la vida presente, sic transeamus per bona temporalia, ut non ammitamus aeterna [«…podemos usar las cosas buenas de este mundo sólo de pasada, y no perder los tesoros del cielo»]9 e inter mundanas varietates ibi nostra fixa sunt corda, ubi vera sunt gaudia [«…que entre las distracciones de este mundo, nuestra corazones se adhieran donde moran las verdaderas alegrías»]10.
Me gustaría mucho tener la capacidad de imprimir en tu corazón, y en los corazones de todos los de allí, firmes sentimientos como signo del afecto sincero, cordial y fraterno, con el que firmo yo,
tu hermano amantísimo
Felix,
indigno sacerdote de la Congregación de la Misión.
Dirección: Al Ilustre Sr. Vincenzo De Andreis, Secretario del Consejo, Cuneo para Demonte.
Matasellos: Roma.
- Carta 5. Carta autógrafa, en italiano, tres páginas, con dirección, en los archivos de la provincia de Turín, papeles De Andreis.
- No hay registros de esta misión.
- Probablemente Dia Sala, mencionado en la carta 2 del 29 de julio de 1812.
- Napoleón abdicó 22 de junio de 1815; el gobierno papal pudo volver a Roma el 7 de junio de 1815, justo antes de esta carta.
- Murat fue oficialmente depuesto el 19 de mayo de 1815, justo después de esta carta. Murió el 13 de octubre de 1815. Sus fuerzas ocuparon la Marca de Ancona del 28 de marzo al 7 de mayo de 1815, y a lo que De Andreis probablemente se refiera con la «nube oscura que pasa» anteriormente mencionada.
- Prov 13, 24
- La madre de De Andreis murió el 3 de marzo de 1782, tras lo cual su padre se casó una segunda y una tercera vez, después de que su segunda esposa muriera durante un parto. Esta tercera esposa, Margherita Isaia, mencionada aquí, se casó con Giovanni Maurizio De Andreis el 6 de febrero de 1791.
- Carlo Domenico Sicardi.
- De la colecta del tercer domingo después de Pentecostés en el calendario de la época de De Andreis.
- De la colecta del cuarto domingo del Tiempo Pascual.