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(1814?)1
En la bula que establecía nuestra Congregación, el Papa Urbano VIII, de feliz memoria, se dignó a escribir un elogio verdaderamente incomparable de ella. No se podría imaginar algo más grande que esto, ni deseado de la boca de un Vicario de Cristo. «[Es] un instituto de lo más aceptable a Dios, de lo más útil para el pueblo cristiano, y verdaderamente necesario para la Iglesia de Dios». (12 de enero de 1632) ¡Cuán importante es, por lo tanto, la responsabilidad de sus miembros, que tienen la suerte de ser llamados por Dios a semejante instituto, en especial de aquellos jóvenes que comienzan a prepararse para mantener siempre el mismo espíritu que provocó semejante mención.
Si acaso, por algún percance, un desconocimiento de sus propias funciones o una perezosa indiferencia hacia el buen resultado de las mismas fuera introducido en sus miembros, entonces la recomendación se transformaría en rechazo enseguida, y el instituto ya no sería agradable a Dios, sino desagradable. Ya no sería útil para las personas, ni por más tiempo necesario para la Iglesia. Se convertiría, por lo tanto, en perjudicial y merecedor de ser suprimido y abolido.
¡Ay de la persona que cause una ruina tal! En diversas Asambleas de nuestra Congregación ya se estableció y decretó que las casas de estudio para el cuidado de los futuros trabajadores deben con prontitud proporcionar un método de enseñanza y formación verdaderamente virtuoso para que ellos [los candidatos] puedan fructíferamente tener éxito en el servicio a la Congregación2.
Por alguna razón, una decisión de semejante importancia aún no ha dado ningún resultado; y así, los candidatos siguen formándose por su cuenta, al azar y sin método. Esto es un trastorno y ocasión de muchos otros trastornos para los mismos candidatos, para toda la Comunidad, y, en general, para todos aquellos que se benefician de nuestros esfuerzos.
Para evitar de alguna forma este trastorno, y a petición y movido por aquellos que tienen el derecho de mi instrucción, he determinado elaborar este breve documento para ayudar a nuestros candidatos, a nuestra Congregación y a nuestra querida Santa Madre Iglesia. Amén.
F. De Andreis
de la Congregación de la Misión.
- Carta 3. Prefacio tomado de la copia impresa del libro. En italiano. Este folleto sólo se imprimió en 1887, después de que los estudiantes de la Congregación de la Misión lo usaran en formato manuscrito durante muchos años. Puede, no obstante, fecharse en torno a 1814, cuando De Andreis estuvo trabajando en la educación de los estudiantes paúles en Roma. Norme ed Avvisi per formare ed esegu ire le principali funzioni della Congregazione della Missione proposti ai suoi giovani studenti dal Signor Felice de Andreis, Sacerdote della medesima Congregazione. Con Appendice del Sig. Almeras, Sup. Generale, out metodo nostro di predicare (Turín: Giulio Speirani e Hijos, 1887), 127. Este volumen es una copia impresa de «Trattino Didascalico Pratico ossia Instruzione Concionatoria»; el original se encuentra en los archivos de la Provincia de Roma, (14/03/15), con el título «De Andreis, Parte II.»
- El autor parece referirse a los decretos de la 16ª Asamblea General, celebrada en 1788. De ser así, la razón por la cual la Congregación no puso en práctica los decretos fue la Revolución Francesa. El texto del decreto, en la sesión 14, dice: «El superior general propuso varias cuestiones para regular mejor el método de los estudios impartidos en las casas de San Lázaro, Lyon y Cahors. La Asamblea lo consideró de suma importancia. Propuso: (1) que en los seminarios para nuestros estudiantes se dediquen dos años al estudio de la Filosofía, de los cuales el segundo también debe dedicarse al estudio de las ciencias físicas; (2) que se impartan tres años de estudios teológicos, y que los últimos seis meses se dediquen al aprendizaje de la predicación, mediante el estudio de la composición de sermones y conferencias para el clero, y el aprendizaje de otras ramas del conocimiento que son necesarias para formar al predicador cristiano; (3) que los que se presentan a los exámenes, que se realizarán dos veces al año, estén preparados para responder a las preguntas que se les hagan durante el examen sobre un libro histórico de la Biblia. La asamblea aprobó de todo corazón los asuntos propuestos por el superior general, especialmente los últimos dos puntos, que son necesarios para evitar que la palabra de Dios se vuelva rancia en nuestras bocas. Al contrario, debe crecer en dignidad en nuestro apostolado y llegar a ser eficaz para sanar a los pecadores. La Asamblea pidió al superior general que comunicase inmediatamente a nuestros cohermanos los asuntos que él creyese que mejorarían la educación de nuestros apostólicos». (Collectio Completa Decretorwn Conventuum Generalium Congregationis Missionis [Paris: Fillet et Dumoulin, 1882], no. 416,146-47.)