3º Domingo de T.O. (reflexión de Antonio Elduayen, C.M.)

Francisco Javier Fernández ChentoHomilías y reflexiones, Año BLeave a Comment

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Author: Antonio Elduayen, C.M. .
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antonio_elduayenQueridos amigos,

¿Recuerdan las parábolas del “grano de mostaza” (Mc 4,31-32) y de “un poco de levadura” (13,33)? Jesús las contó para decirnos que, como el grano de mostaza y el poco de levadura, el Reino de Dios empieza siendo muy pequeñito, pero con una gran fuerza de expansión. Como en el caso del grano de mostaza, que crece hasta convertirse en el mayor de los arbustos, el Reino de Dios crece hasta el tamaño del mundo; y como en el caso del poco de levadura, que esponja y hace grande la masa del pan, el Reino de Dios esponja y hace grande cuanto entra en su influencia… Les digo todo esto porque el evangelio de hoy (Mc 1, 14-20) nos habla de “Jesús y el Reino de Dios”, de lo que en términos reales significó para Él y de cómo lo fue estableciendo. Es la otra cara del Reino de Dios, cuya implantación en este mundo supone esfuerzo, sudor y estrategia.

Es como Marcos presenta a Jesús iniciando su Vida Pública o Ministerial (de Rabbí, Profeta y Mesías). Decía: “Se ha cumplido el plazo; el Reino de Dios está a la vista; conviértanse y crean en el evangelio” (Mc 1,15). Analizar cada frase y el conjunto llenaría un libro, digamos solamente que, fiel a su Palabra, Dios Trinidad ha cumplido su promesa (Gen 3,15), el Reino de Dios es ya una realidad, aunque todavía no plena, y sus ciudadanos son los que, cambiando su manera de vivir, acogen la Buena Nueva de Jesús, su persona y su enseñanza. Ciertamente cada frase es importantísima, pero, no pueden hacernos perder de vista el bosque, es decir, el Reino de Dios: ese Proyecto renovado de Dios para el mundo, que ha traído Jesús y que es el objetivo principal y transversal de su vida y de su evangelio. Aquello por lo que y para lo que el Hijo de Dios se hizo hombre.

Debió ser impresionante ver a Jesús desplazándose rápido y sudoroso y proclamando a voz en grito el Reino de Dios, al mismo tiempo que acompañaba las palabras con hechos milagrosos: ciegos que ven, leprosos que son curados, etc. Unos días antes, estando con Juan el Bautista, había conversado con algunos de sus discípulos (Jn 1, 35-42). y le habían asegurado que estaban listos para dejarlo todo y seguirle. Podía encontrarlos a las orillas del Mar de Galilea, pues eran pescadores. Y allí los encontró Jesús: eran los hermanos Andrés y Simón Pedro, Juan y su hermano Santiago. Vengan conmigo, les dijo, y ellos, dejándolo todo, le siguieron, para ser “pescadores de hombres”, en expresión del mismo Jesús.

Su llamado a los apóstoles (y en ellos a nosotros) para construir el Reino de Dios, es de la máxima importancia. Los y nos llama no tanto porque su construcción desborde la capacidad de Jesús, sino porque el Reino es de todos y a todos nos toca construirlo. Cada uno según los talentos que Dios le dio y en la tarea que se le confió (como seglar o consagrado o sacerdote). Como los apóstoles, ¿respondemos con rapidez, generosidad y eficiencia? Es hora de preguntarnos qué estamos haciendo por el Reino de Dios.

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