“Conviene amar a los pobres con un afecto especial, viendo en ellos la persona del mismo Cristo, y dándoles la importancia que Él mismo les dio” (SVdeP)
La cautivadora imagen del pastor y el rebaño es recurrente en toda la Biblia. Como la mayor parte de los símbolos utilizados en ella, está fuertemente enraizada en la cultura campesina antigua.
El profeta Jeremías denuncia a los falsos pastores que no cuidan al pueblo. Ellos serán condenados por sus perversiones. Pero Dios proporcionará pastores fieles y responsables que guíen a su pueblo por el camino correcto. Será Dios mismo quien guiará a su pueblo hacia el retorno, por medio de sus pastores.
Pablo afirma que es Jesús, quien nos proporciona la verdadera paz. Él nos garantiza la paz para todos. No sólo da la paz. Él es la paz en persona. De tal manera que el pastor es quien conduce a su rebaño por caminos de paz y justicia.
Jesús, que en el Evangelio de Marcos, siempre está acompañado de sus discípulos, los va llevando poco a poco a la revelación definitiva y los va preparando para que asuman la misión de pastores. Al regresar de esta primera experiencia en la que han hablado y hecho signos del Reino, los apóstoles, título que adquieren ahora los discípulos, son invitados por el Maestro, en un gesto de delicadeza y ternura, a irse a un lugar solitario para descansar de las fatigas del trabajo.
Pero este descanso dura poco; las multitudes se han dado cuenta y se han adelantado. Jesús, no se queda indiferente, y como Pastor se pone a enseñarles. Este relato evangélico está puesto como conclusión de la misión de los discípulos, y en él se destaca un dato curioso: que “no tenían tiempo ni para comer”; pero es también introducción de dos relatos posteriores: la multiplicación de los panes y la confesión de lo que dicen ellos sobre la persona de Jesús.
En la convivencia y en la misión, han descubierto quién es Él. El evangelista va a destacar dos rasgos de ese Jesús: El hombre al que, como a Dios, “se le conmueven las entrañas” – que es un rasgo de Dios en el Antiguo Testamento- al ver a la gente como ovejas sin pastor y se pone a enseñarles; y, el Dios que, sintiendo compasión, los alimenta con el pan, que es otro rasgo del Dios vétero-testamentario. En definitiva, el Jesús de Marcos, es Aquel que ve y actúa.
Si los discípulos tienen que seguir a su Maestro deberán hacer lo mismo que Él; y es siguiéndolo y conviviendo con Él, como harán su aprendizaje; no con doctrinas y tradiciones, sino con la persona misma de Jesús. Sólo con esta clase de seguimiento se revelará y construirá el Reino de Dios. Son llamados para hacer un camino detrás de su Maestro, el que consiste en proclamar el Reino, siendo íntimos de Él y asumiendo la tarea de salvar a los demás. Los seguidores de Jesús, son una comunidad, nueva familia de los que dejan todo por Él y por el Evangelio; que viviendo en actitud de servicio hacen visible el Reino de Dios.
Según nuestra vocación en la Iglesia, preguntémonos: ¿Tenemos espacios de intimidad con Jesús? ¿Cómo estamos aprendiendo y practicando los valores que Él les enseña a sus discípulos? ¿Estamos haciendo visible con nuestra vida el Reino de Dios?
“No hay nada que valga tanto como las personas que verdaderamente tienen el espíritu de los aldeanos; en ningún sitio se encuentra tanta fe, tanto acudir a Dios en las necesidades, tanta gratitud con Dios en medio de la prosperidad.” (SVdeP).